miércoles, 1 de agosto de 2012

Cucusemi VIII

el deseado hermano, anunciado en el capitulo anterior

Capitulo octavo: de las ilusiones, desengaños y formas de afrontarlos de Cucusemi


¡Un hermano!, en estos momentos tener un hermano es un cosa maravillosa. Ya tengo dos hermanas mayores pero no me sirven para nada, no saben jugar a nada divertido y encima me llevo algún cachete de vez en cuando.

 Está Pepi que anda más pensando en su novio que en jugar conmigo. Algunas veces voy con ellos  al cine, me compran una pepsi y pipas y me buscan buen sitio en primera fila para que vea bien la peli mientras ellos se tienen que conformar con los asientos de la ultima bancada, no saben lo que se pierden pues desde mi asiento se disfruta de toda la pantalla y sin cabezas que molesten.
-si pregunta papá le dices que nos hemos sentado juntos o no te vienes mas con nosotros.
Me gusta la idea así que voy dispuesto a mentir como un bellaco con tal de pillar más el próximo día. Pero esto no satisface mi ansia de compartir juego en casa.

Luego esta Rufi, también es mayor que yo y siempre está jugando con sus antipáticas muñecas que con voz de falsete y chillona me dicen:
-no queremos jugar contigo. Juega con tus juguetes…

Juguetes tengo, los reyes magos siempre dejan alguno y cuando voy con papá a reparar casas siempre consigo alguno de propina o lo encuentro en un rincón olvidado de las casas de la playa.
Desde el momento que me dieron la noticia de que esperamos un hermano empecé a recopilar todos mis juegos: indios, vaqueros, soldados, pistolas, coches… no era momento de despreciar nada, todo valía aunque no estuviese completo, desde un caballo de tres patas hasta la última adquisición de los flamantes coches majorette y mi rincón estrella en el patio de casa: junto a un viejo columpio de hierro me hice un hueco entre los restos de material de la obra y con tres cañas, unos sacos de cemento vacíos  y múltiples materiales sin clasificar me construí –con ayuda de papá- una estupenda cabaña india. Un magnifico tipi que debería ser nuestro cuartel general. Allí pase larguísimos momentos planeando mi futuro junto a mi hermano.

Un día, a finales de octubre, me levantaron temprano mis hermanas y me llevaron a casa de mi tío Miguel, vivía muy cerca y desde su terraza se podía ver nuestra casa.
-quédate aquí, hoy va a venir la cigüeña y cuando la veas vienes corriendo a avisarnos.
-¡Cielos! Como ha pasado el tiempo, aún estoy preparando cosas y ya es el día.

 Y allí me quedé, con los ojos abiertos de par en par vigilando los cuatro puntos cardinales y su espacio aéreo adyacente, hoy será el día más feliz de mi vida y no quiero perderme detalle.
-nunca he visto una cigüeña pero me imagino que se parecerá a los dibujos y fotografías de los libros, en cualquier caso el primer pájaro grande que lleve una bolsa en el pico esa debe ser.

Pude haber cogido una insolación de tanto otear y esperar, desde mi posición veía a gentes entrando y saliendo de casa, seguramente también buscaban a la cigüeña pero yo  estaba mejor colocado para ser el primero en verla. Mi imaginación volaba suelta y debe ser que entre ensoñaciones me despisté y me perdí el momento.
-Cucusemi baja que ya ha venido la cigüeña y te ha dejado una hermanita.
-¿Cómo?, ¡no puede ser, no puede haber pasado sin que yo la haya visto y!… ¿Cómo que una hermanita?, ¡un hermano!, ¡tenía que dejar un hermano! ¡Con “O”!
Con lágrimas lloviendo en mi rostro fui a toda carrera hasta casa. Debía comprobarlo con mis propios ojos… y allí estaba en el regazo de mamá, un pequeño ser temblequeante y menudo con la piel blanquecina y arrugada y para colmo ¡niña!.
– no puede ser, tiene que haber un error, ¡maldito pajarraco! Con razón no se ha dejado ver, ha venido a hurtadillas para que no me de cuenta y así perpetrar su desaguisado.

Conocí la ira ese día, aprendí a estar enfadado con todo y lo pagó el tipi, me faltaron piernas para darle patadas y reducirlo a lo que originalmente fue: un  montón de cartones y palos desordenados y esparcidos por el patio.

Cómo relaja romper cosas, tendría que hacerlo más a menudo. En poco rato mi furia ya no tenía sentido, lo hecho hecho está y hay que adaptarse. De todas formas aun es muy pequeña y quizá la pueda enseñar a jugar conmigo, de momento lo único que hace es comer, dormir, llorar y otras cosas más escatológicas, yo tengo experiencia en eso y sé que se supera con el tiempo.
- Merche, crece sin prisas que tu y yo tenemos muchas cosas que compartir y ya te las iré enseñando poco a poco.

No era exactamente como lo había planeado pero también trajo cosas buenas, para empezar en aquellos tiempos daban una paga a quienes tenían un hijo y mi padre la invirtió en comprar un televisor. Ahí es nada, toda una tele para nosotros, 20 pulgadas de pantalla en blanco y negro para disfrutar de nuestros programas favoritos. Solo coge dos canales –tampoco había más de aquella- y tiene un botón para cambiar de la primera a la segunda cadenas y dos ruletas sintonizadoras una por canal.
Buenos momentos pasados junto a los chiripitifláuticos, los payasos Gabi, Fofo y Miliki... y fofito, cuando todo era posible en domingo, con Felipito Takatun y su yo sigo, aquel un dos tres de Kiko Ledgar don Cicuta y los Tacañones y tantos otros muchos ídolos televisivos de la época, vaya diferencia con la programación de ahora que de cien canales apenas uno pone algo decente.

Mientras mi hermana crecía yo debía dedicarme a mis labores de niño, no me dejan casi jugar con ella porque me dicen que es muy pequeña y no paro de llevarme regañinas: que si no le puedo dar chicle,  que no le de pipas ni chuches, que no la toques ni hagas ruido que se despierta. ¡Pues claro, si lo hago adrede para que se despierte y poder jugar! pero no hay manera de que entiendan mi postura.

 Como en casa no puedo explayarme lo mejor es coger la bici y a buscar a mis amigos hasta que reunimos la pandilla y a hacer de las nuestras. Unos días a coger pájaros y otros a gamberrear sin mala intención, nos gustaba meternos por los balnearios de la playa cuando estaban vacíos en invierno, suponían un lugar fantástico para pescar mújoles y zorros, la pega es que  los dueños no compartían nuestra ilusión y se enfadaban, cuando no llamaban directamente a la guardia civil.
-como se ponen solo por un par de maderas y alguna cerradura rotas, cada vez es más difícil hacer algo divertido en el pueblo.

Pasa el tiempo, creces, maduras y tomas responsabilidades. Eso me pasaba a mí, conforme mi hermana se hace más independiente y ya empieza a ir al colegio debo asumir mi rol de hermano mayor y poner las cosas en un orden socialmente lógico:
- en primer lugar a mi hermana solo le puedo pegar yo, por lo tanto si algún desaprensivo osa tocarle el mas mínimo cabello se las tiene que ver conmigo, no me importa marcar distancias y si hay que darse un par de sopapos después del cole pues aquí estoy preparado.
- en segundo término mi hermana es mía y siempre tiene razón. Así que las escusas de “ha empezado ella” no me sirven y si hay que darse un par de tortas por mantener este punto pues, ya sabes, después del cole.
- y por último, a mí no me importa volver llorando a casa por lo tanto quien se atreva que venga preparado que no me doy por vencido fácilmente y aquí me tiene , después del cole.

Reconforta sentirse útil y responsable a estas edades, cuido de mi hermana, me preparo para hacer la Primera Comunión, avanzo bien en el colegio, manejo cada vez mejor las herramientas de papá, en fin la vida sonríe y cuando lo hace hay que acumular buenas sensaciones para cuando se canse y mire hacia otro lado.
Me siento responsable y además como voy a hacer la comunión también me siento importante, probándome el traje que me presta mi primo que parezco un príncipe, recibiendo regalos, los típicos que se hacían entonces: una medallita de la Virgen del Carmen, un rosario, pañuelos, calcetines, algo de ropa para los domingos… y ¡un fantástico reloj!, un citizen automático con esfera verde, agujas fosforescentes de caja y cadena de acero. Este artilugio me acompañó durante muchos años y supuso para mí una marca de identidad, ya que cuando vino el relojero a casa para que eligiera el modelo que me gustaba, con toda la familia expectante, me dicen:
 –pon la mano para probártelo.
Con toda la ilusión que era capaz de asumir levante mi brazo derecho, ofreciendo la muñeca al joyero. En ese momento todos se rieron.
- se pone en la mano izquierda
La sensación de no haber estado a la altura y de ridículo se apodero de mí, pero para cojones hay ocasiones y respondí sin apenas inmutarme.
- pues yo lo quiero llevar en esta mano, o no quiero reloj.
Ya hace tiempo que aquella maquina pasó a ser parte de la basura que contamina nuestro planeta, pero tanto aquel como los que le sucedieron los he portado sobre mi antebrazo derecho.

Creo que el momento de tomar la primera Hostia Consagrada marcó un ritmo diferente en mi vida, no supe verlo en su momento pero con la perspectiva de la edad  si pienso que a partir de aquel instante todo empezó a ir mas deprisa. Puede ser que ya tenia la edad suficiente como para discriminar y recordar mejor los sucesos diarios o que en realidad la vida esta marcada por etapas y vicisitudes en las que te ves envuelto y tienes poco tiempo, apenas segundos, para elegir entre los caminos que se van abriendo continuamente ante ti.  Lo realmente cierto es que a partir de aquel día mis decisiones empezaron a pesar en mi conciencia tanto para bien como para mal y empezaron de verdad mis odiseas y desventuras.

Pero eso ya es tema para otros capítulos

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