sábado, 19 de mayo de 2018

Cucusemi XIX


Marchando hacia el futuro

Capítulo decimonoveno. El inicio de un nuevo futuro.

Largo viaje el de aquella noche, en aquel viejo vagón de tren que nos conducía a nuestro futuro coincidí con muchos de los que han sido mis mejores amigos desde entonces, pasamos la noche charlando, bromeando y medio durmiendo en posturas difíciles; intentando memorizar los diferentes pueblos donde hacia parada hasta llegar a Alcázar de San Juan donde debíamos cambiar de tren. Llegamos temprano hacia poco que estaba amaneciendo y se nos presentaba una fría mañana de espera, casi seis horas para tomar el tren que venia de Madrid con destino Cádiz.
Con tanto tiempo por delante nos atrevimos a caminar un poco por aquella ciudad pero sin desviarnos de la calle que daba a la estación para no perdernos. No había mucha gente por las calles y desayunamos en el primer bar que vimos, poco mas que un café con leche y un trozo de bizcocho, no recuerdo quien llevaba una cámara de fotos y nos hicimos algunas junto a unas estatuas que representaban a don Quijote y Sancho Panza, figuras típicas de la zona estos personajes de Cervantes.

Casi sin darnos cuenta se hizo el mediodía así que compramos unos bocadillos y volvimos a la estación a esperar con ansia el tren. Este llegó, como era normal en la época, con bastante retraso. Otro tren borreguero pero esta vez más cargado de viajeros lo que sumaba más incomodidad al trayecto, antes que cayera la noche ya no sabíamos como ponernos, un rato sentados, otro de pie en el pasillo y así hasta llegar a San Fernando a primeras horas de la mañana siguiente cansados y contentos por llegar.

Al bajar del tren separamos nuestros caminos por el momento, algunos teníamos familiares que nos esperaban en la estación y otros se buscaron la vida para pasar el día ya que hasta mañana no teníamos que presentarnos en el cuartel.

A mi me esperaban mis tíos y primos que ademas vivían muy cerca, hacia algunos años que no nos veíamos y pasé el resto del domingo con ellos; después de un buen rato entre abrazos, besos, risas y ponernos al día con las cosas de familia, una reconfortante comida y una buena siesta paseamos por el barrio para que conociera las calles principales de la Isla del León, así es como llaman los locales a San Fernando. No parecía un pueblo muy grande: a un lado de la estación la zona militar con los cuarteles, al otro un parque con bares y tiendas de efectos militares en los bajos de los edificios que lo cercaban, al final del parque y dando un zigzag la calle San Rafael que es la calle que todo el mundo tiene que conocer al llegar, por sus tiendas y bares. Y alrededor de todo esto: muchas más calles y barrios que ya vas conociendo con el tiempo a base de andar por el pueblo.

Al día siguiente me levanté tarde, sobre las diez y poco, con mi tío trabajando y mis primos en el colegio pasé la mañana con mi tita Hermi hasta la hora de comer y después, acompañado por mi tío Edu nos dirigimos andando hacia el cuartel.

Centro de Formación de Especialistas, rezaba un cartel con letras doradas sobre el arco de entrada, impresionaba visto por primera vez. Un abrazo y un beso al tito y me dirigí con paso firme hacia el interior con mi bolsa marrón al hombro y la documentación en la mano. 
 
Casi no me da tiempo ni a decir buenas tardes, unos marineros que estaban de guardia tomaron nota de mis documentos y me indicaron que fuese hacia las brigadas siete y ocho al fondo a la derecha, no entendía la mitad de la jerga y mucho menos con el acento típico de los marineros andaluces pero allá fui mirando hacia todos lados menos adelante descubriendo un mundo nuevo en aquel enorme patio rodeado de edificios con unos soportales que daban sombra a las fachadas, unos números en negro marcaban las brigadas así que fue fácil llegar a mi destino.

Destino que os seguiré contando en próximos capítulos.


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