jueves, 19 de septiembre de 2013

Si yo fuese presidente

...si yo fuese presidente, pero presidente de verdad del gobierno y tuviese o tuviera la capacidad de hacer la que debe hacer un presidente de gobierno...


"si yo fuese presidente, obligaría a mis diputados a votar una ley que metiera a los corruptos en la cárcel.

Si los corruptos fuesen a las cárceles, estas estarían pronto saturadas.

Si las cárceles estuviesen saturadas, habría que soltar a otros presos para hacer sitio.

Si hubiese que soltar presos, pronto las mafias sobornarían a los jueces para sacar a sus amigos.

Si los jueces se dejaran sobornar, irían a la cárcel por corruptos.

Si los jueces fuesen a la cárcel, no habría quien impusiera la ley.

Si no hubiese quien imponga ley, reinaría la anarquía.

Con la anarquía vendría el caos social.

Contra el caos social tendría que dictar nuevas leyes.

Las nuevas leyes no se podrían aprobar porque la mayoría de políticos estarían en la cárcel provocando inestabilidad de gobierno.

La inestabilidad provocaria revueltas y hasta un golpe de estado.

Un golpe de estado devendría en guerra y miseria.

Si hubiese guerra tendría que irme a otro país para sobrevivir dejando atrás mi casa y muchos amigos."


Así que como me gusta el barrio donde vivo y aprecio mucho a mis amigos, mejor no me meto en política y que sea presidente otro. Me dedicaré a criticar a los que mandan que para eso cobran y a hacerme viejo despacito disfrutando de mi familia y mis amigos.


domingo, 30 de junio de 2013

Cucuseni XII

Cucusemi coge su mochila y se lanza al mundo mundial.


Capitulo décimo segundo:... y final de la infancia.


No recuerdo que día fue, pero si que era lunes. En una pequeña bolsa de deportes llevaba lo necesario para enfrentarme a mi nueva etapa: un par de calzoncillos, otro de camisetas, algunos pañuelos moqueros de tela, un mono de trabajo que me había comprado mi madre y dos tabletas de chocolate.

Lo de las pastillas de chocolate es una historia divertida que debí haber contado antes.

 Resulta que por aquella época una marca de chocolates regalaba con cada tableta una pieza de vajilla, al abrir el envoltorio te ponía el premio, unas veces plato llano, otras taza de café y así poco a poco mamá consiguió un enorme ajuar domestico con toda clase y tamaños de vasos, fuentes, platos, etc.…

En contrapartida casi todos hemos terminado con animadversión hacia los dulces ya que comíamos chocolate en grandes cantidades y sin mesura. Mi favorito era el bocadillo de mejillones de lata con chocolate: una onza dentro de cada mejillón y bien distribuidos sobre el pan sin dejar huecos.

Como estaba diciendo, ese lunes, con lo puesto y mi mochila emprendí camino hacia el taller de mi padrino. En solitario, como un hombre, en el autobús y con el dinero justo para pagar el billete y comprar alguna golosina para el camino.

En aquel momento no pensaba en lo que dejaba atrás, solo tenia ilusión por iniciar mi etapa con afán de independencia.

Quizás debieran pasar imágenes por mi mente, como una película de mi vida pasando a toda velocidad, para marcar el punto de no retorno, pero no fue así.

En la parada de bus esperé pacientemente a que llegara con el acostumbrado retraso el viejo “costa azul” que hacía el trayecto desde Alicante a Cartagena. Subí a él, pague el billete al revisor -25 pesetas creo recordar- y me senté lo más atrás que pude para poder estar cerca de la puerta de salida, como hacíamos la pandilla cuando íbamos a los cines de la ciudad portuaria.

Dije buenos días al resto del pasaje conforme avanzaba buscando asiento, nadie respondió, en el autobús todos van juntos en solitario y pensando en sus cosas, cuando no medio dormidos, y como mucho contestaban con un ligero movimiento de cabeza. No sabias si te respondían o es que tenían un tic nervioso.

Por la ventanilla observé por enésima vez los campos que ya conocía he hice mentalmente el recorrido desde el centro del pueblo donde antes estaba el solar conocido popularmente como la cerca –ahora ayuntamiento – carretera general adelante pasando la curva de la base, a continuación el Miramar y la gasolinera, poco más allá el camping Cartagonova, después la torre del negro y la venta San José, el tramo de carretera bordeado de pinos y campos de labranza y ya se veía la torre de la iglesia de El Algar a cuya espalda estaba la parada de bus donde debía bajarme.

   -¡nene, despierta que esta es tu parada!

Menos mal que me avisó el revisor, si no hubiese llegado hasta el final del recorrido y encima hubiese tenido que pagar la diferencia de precio dejándome el bolsillo aún más exiguo.

La parada estaba en la plaza del pueblo, en realidad no sé porqué le llaman a este paraje la Plaza, el terreno es amplio pero es todo carretera, un intrincado cruce de caminos sin más recorrido peatonal que las estrechas aceras de los edificios. Cada cual puede llamar los espacios de su pueblo como quiera que para eso es suyo y si los vecinos lo llaman plaza que así sea.

Desde aquí al taller una buena caminata de casi dos kilómetros, vista al frente mochila al hombro y andando que es gerundio. Hasta las Lomas, un barrio a las afueras que por entonces tenía tan pocas casas que no sé si se consideraría un verdadero vecindario. Es curioso, casi todos los pueblos de por aquí tienen una barriada en los limites que se llama “las Lomas” no se si por la escasa elevación de terreno o por estar distante del pueblo de turno.

     -buenos días, ya estoy aquí.
     -¡hombre!, no te has perdido…

Abrazos, besos y jolgorio general. Que si ya soy todo un hombrecito, que si estoy muy flaco, que si van a hacer de mí un gran mecánico; lo típico en estos casos suponiendo que no sea yo un caso único.

Entre el viaje, que no duró mas de veinte minutos, la caminata y la recepción se hizo la hora de comer y en esta situación me di cuenta que mi vida había dado un giro transcendental.

En primer lugar porque la hora de comer aquí era algo grandioso en cuanto a la mesa puesta. Yo estaba acostumbrado a comer lo justo y deprisa para poder seguir jugando, en casa de mi padrino se comía en cantidad para coger fuerzas y seguir trabajando, de ello se encargaba mi tía Fina. Oronda señora de origen valenciano que al verme tan flaco, según ella, puso empeño en hacer de mí un hombre, por lo menos en lo que a tamaño y cuerpo se refiere.

 - El plato bien cargado que tienes que crecer y ¡no se te ocurra dejar nada!
 
 Entre los buenos platos de comida y cena, bocadillos para almorzar y merendar, bien grandes y cargados, y algún picoteo entre medias consiguió, en poco tiempo, que necesitase ropa de talla más holgada.

La vida en el taller aumentó mi tamaño corporal y mis ansias por aprender, a “capar se aprende capando”, decía mi padrino y con paciencia infinita soportó mis errores corrigiéndome en lo necesario hasta casi convertirme en un buen mecánico. Tengo muchos y muy  buenos recuerdos de aquellos años que pienso contarles, pero eso sera en el próximo capitulo.





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lunes, 18 de febrero de 2013

corazones de huevo

Hay veces que queremos hacer algo especial en la cocina, algún detalle curioso y original o que motive un plato por cualquier circunstancia.


Esto lo vi en uno de los muchos correos que circulan por la red y me gustó la idea. Para el día de los enamorados lo puse en practica, me quedó así de bonito y como lo bueno y lo elegante hay que compartirlo os explico en pocos pasos como lo hice. Para quien se quiera entretener y sorprender a alguien especial.

resultado final
                                 
Lo primero es fabricarnos un molde para dar forma a los huevos (porque se trata de huevos cocidos). 
Se necesitan dos tiras de cartón fuerte, también vale madera de contrachapado o como en mi caso plástico, la cuestión es que sean lo suficientemente rígidas como para darle forma al huevo y no al revés. No he calculado la medida idónea pero estas son de 5x15 cm y me han ido de maravilla para huevos de talla M.
                                 
  
molde
                                    

 Por higiene se forran con papel de cocina, después se sujetan con cinta adhesiva por uno de sus lados para que parezca un libro.
Ya tenemos el molde, ahora hay que cocer los huevos, como se trata de adornar basta con uno o dos, quien quiera meterse media docena es libre de hacerlo pero despues que no me culpe a mí.


este es el truco

 Con los huevos cocidos y aún calientes, se pelan  y se colocan en el molde y con un palito y unas gomas elásticas se coloca como se ve en la imagen. Yo he usado un palillo de comida china pero vale cualquier otra cosa que este limpia (que estamos con cosas de comer).

Se deja enfriar y obtenemos un huevo un tanto amorfo que cortado en rodajas nos dará los corazones que buscamos.

huevo listo para ser loncheado


 Se tarda más en explicarlo que en hacerlo y puesto sobre otros ingredientes que resalten queda perfecto. 
...ya no tenéis escusa para renunciar a un plato de alta cocina...








sábado, 16 de febrero de 2013

Cucusemi XI

Acontecimientos del final del colegio, otro retroceso en la linea del tiempo

Capitulo decimoprimero: de las cosas y sucesos que cambiarán la historia



Un par de años antes del final del colegio sucedió, los periódicos y la radio lo estaban diciendo. Los niños, ajenos a ello, fuimos al cole como un día cualquiera pero se respiraba un ambiente raro.
No recuerdo haber visto a nadie por el camino, no es que la calle estuviese concurrida normalmente a esas horas pero el pueblo despertaba y era normal ver a los vecinos iniciando el día. Llegamos al centro y formamos la fila como siempre pero no había ningún profesor a la vista.


  - ¿Qué pasa hoy? ¿Será que van a hacer la huelga de la que tanto se oye por los pasillos?

De pronto salió un maestro, “el fotes” –le llamábamos así porque tenia un gran bigote, originales que éramos.

   -niños… Franco ha muerto, id a casa y ya avisaremos cuando
    tenéis que volver.

No fuimos conscientes de la gravedad de la noticia ni de las posibles implicaciones que pudiese traer pero una cosa si teníamos clara: ¡no hay cole! y eso es como unas vacaciones que no por inesperadas hay que dejarlas correr.

A partir de aquel día las cosas fueron cambiando, al principio se notaba el miedo en los mayores, la palabra guerra se susurraba junto a la de huelga, por suerte todo fue bien.

En un par de días vimos por la tele como el Príncipe Juan Carlos era proclamado Rey. Como en el pueblo era bastante conocido por casi todos nos alegramos mucho. Siendo príncipe venia a menudo a la base aérea de San Javier y muchas veces nos llevaban a los niños a darle la bienvenida. Todos en fila en la acera cubriendo el recorrido por donde iba a pasar el coche oficial con banderitas de cartulina hechas en clase con toda la ilusión que podíamos poner en ser protagonistas de aquel evento.

Otras veces se le veía por el pueblo paseando de incógnito con algún compañero de la academia, lo de incógnito es un decir ya que un tío tan alto y famoso en un pueblo de poco más de mil habitantes no pasa desapercibido ni en la oscuridad de la noche, de hecho es raro el negocio que por aquella época estuviese abierto que no tenga una foto del dueño junto a tan noble y simpático personaje.

Aquel año los españoles pasamos página y se notaba en la prensa, en la música y en la actitud de las gentes. No fue un cambio radical pero se respiraban aires de libertad y todos querían llenarse los pulmones de esta fragancia.

Terminado el luto oficial, retomamos las clases y los maestros entre lección y lección nos hablaban de democracia, de elecciones, de sindicatos, de partidos políticos… eso sí, primero comprobaban de reojo que no hubiese nadie tras las ventanas pues una cosa es oler el cambio y otra pillarte los dedos antes de tiempo.

Seguramente no tiene nada que ver pero también a partir de entonces empezaron a verse más maquinas tragaperras y de marcianos en los bares. Antes solo se veían algún futbolín o maquina de millón, si el local era amplio podía tener hasta una mesa de billar de los de carambola que el de agujeros llegó más tarde, para ver maquinas de estas tenias que ir al único salón recreativo que teníamos en el pueblo o irte a pueblos cercanos mas grandes.

Triste vicio, que me atrapó, el de gastar monedas pensando ser mas listo que el que inventó la maquina. Muchas monedas también malgastadas en matar marcianitos virtuales pero es lo que tocaba entonces y de alguna forma me desarrollaba la destreza en los dedos y los reflejos en la vista.

Cuando mi capacidad de ganarme un dinerito estuvo por debajo de la de gastarlo hube de ingeniármelas para hacer las trampas necesarias.

Hacer una ranura en el canto de una moneda para pasarle un hilo y poder recuperarla era fácil pero muchas veces se rompía el hilo y los dueños de las maquinas se dieron cuenta del truco y aumentaron la vigilancia por lo que pronto tuve que cambiar de táctica.
Otra cosa que funcionó bien fue el de rodear las monedas de duro con un alambre de cobre, cambiaba el tamaño y peso y contaba en la maquina como de cinco duros.
 El timo era evidente al abrir la caja de la maquina y llego el momento que estaba tan vigilado que ni con monedas buenas podía jugar a gusto y poco a poco perdí la oportunidad y la ilusión por jugar a las maquinas, a lo mejor esto me salvó de ser un ludópata perdido.

Otra cosa que empezó a ponerse de moda fueron las fiestas del colegio: por fin de curso, por navidad, carnaval, cada vez había más excusas. Cada alumno aportaba algo de comida y bebida, los profes ponían un tocadiscos, algunos vinilos y organizábamos una verbena estudiantil con concursos de baile incluidos. Incluso algún espabilado se hacia con cigarrillos y alguna botella de ginebra. Elementos que en manos de mentes inquietas y adolescentes con ansia de vivir nos proporcionaron la entrada en el mundo de los vicios socialmente aceptados de aquella época.

Así entre búfalos sin boquilla, cubalibres, bailando el bimbó, susurrando canciones de Nino Bravo y expulsando feromonas por todos los poros aprendimos las ultimas lecciones de la educación básica convirtiéndonos en maquinas humanas devoradoras de futuro, fuimos la generación que no conoció la posguerra y empezamos a vivir la libertad antes de que llegara, como decía la canción de los rolling, pese a no entender la letra, no estábamos satisfechos y necesitábamos más.

Recuerdo especialmente aquellos días del final del colegio porque fueron días de “mi primera vez”: la primera vez que fumé, la primera que bebí alcohol en cantidad considerable, mi primer baile “agarrao”, por primera vez una chica me abofeteo por tocarle el culo, la primera que fui a un bar con los amigos y con aire de suficiencia pedimos una “caña de almendras con una tapa de cerveza”, también fue la primera vez que busque un trabajo por mi cuenta.

   - hola, me llamo Cucusemi y quiero trabajar aquí por las tardes y los sábados.

   - vale, habla con Paco el encargao y ponte al tajo.

Se trataba de coger algodón a destajo, a siete pesetas el kilo, sin asegurar, en un campo cercano un poco más allá del antiguo apeadero del tren. En realidad tanto el dueño como el encargado ya me conocían, pues ya había estado allí ayudando a mamá otras veces pero en esta ocasión fui por mi cuenta y riesgo. Un zagal flaco, que no alcanzaba el metro y medio de altura jugando a ser mayor... y allí estaba, con un medio saco atado a la cintura dejándome la piel de las manos recolectando copos de algodón, llevándome broncas del Paco por no seguir el ritmo de los demás y sufriendo lo indecible para mover los sacos grandes que teníamos que llenar.
La cosa consistía en lo siguiente: recoger el algodón maduro en un saquete pequeño que llevaba como si fuese un delantal, este saquete se vaciaba en otro saco mas grande que casi tenia mi altura y  estaba al borde del tajo, cuando este se llenaba había que llevarlo hasta el puesto de pesaje que está cada vez mas lejos según avanzas y vaciarlo en otro aun mayor que era el que se pesaba y se cargaba en el camión. En la recolección trabajaban los niños, las mujeres y los novatos como yo, en el pesado y carga de camiones los hombres y adolescentes con fuerza suficiente.

No parece gran cosa pero este trabajo me dio fuerza en los brazos y ganas de buscar otra cosa menos cargante para mis flacos  huesos.

- Cucusemi –pensé- si no quieres acabar encorvado, pobre y envejecido, antes de tiempo, tienes que espabilar.


Lo malo es que ya me he acostumbrado a no estudiar así que la solución tendrá que venir por buscar un trabajo mas relajado y a ser posible mas estable, que no dependa de una buena temporada de buen clima para poder ganar unos duros.
La primera vez que pensé con un poco de sensatez. Y la primera vez que mis decisiones me marcaron el camino a seguir sin tener que volver la vista atrás ni arrepentirme, para lo bueno y lo malo.

Lo bueno y lo malo de la vida van siempre de la mano y te siguen a todas partes, muy de cerca, puedes coger lo que quieras de ellos pero con una sola condición: lo que tomes es para ti y no se puede devolver.

En estas cabalas andaba, iba siendo hora de dejar atrás muchas cosas; ya no es momento de jugar a vaqueros ni de seguir los pasos de pipi calzarlargas, es el pago de la felicidad, debo dejar atrás mi infancia y el primer paso será en el taller de mi padrino.

Pero esto, como ya dije antes, sera en otro capitulo



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viernes, 4 de enero de 2013

Cucusemi x

Las andanzas de Cucusemi


Capitulo décimo: del final de la infancia, o de la inocencia infantil


Ya estamos en el nuevo colegio “Bienvenido Conejero”. Con sus cuatro aulas nuevecitas, su sala de profesores –que algunas veces usábamos los alumnos para reuniones y trabajos de equipo- y una gran explanada ya que estaba abierto al campo y rodeado de solares donde podíamos jugar al fútbol o correr sin estorbarnos unos a otros.


  Desde la fachada del edificio hasta la antigua vía teníamos todo un universo de tierra batida y aplanada por nuestros propios zapatos en el recreo diario. Al otro lado de la vetusta línea férrea campos de cultivo bordeados por hinojos y matorrales diversos, idóneos para situar entre ellos cepos para cazar pájaros, ya conté en otra ocasión que estos nos servían de merienda y nos sacábamos unas pelas vendiéndoselos a los bares.

  Época feliz para la edad que teníamos, ajenos a una España que estaba a punto de dejar atrás la dictadura de posguerra no hacíamos mucho caso a los susurros de los adultos, entre rincones sonaban palabras desconocidas para nosotros como: huelga, democracia, cargas de los grises…

  En la tele nos acompañaban los sábados las aventuras de Heidi y el gran viaje de Marco con su mono Amedio recorriendo el mundo en busca de su mamá.
Aún recuerdo el día que al poner la televisión para ver el episodio de Heidi, en lugar de mi serie favorita había un concierto de música clásica, pero ¿Qué ocurre? ¿No voy a poder disfrutar hoy?

  El caso es que la banda terrorista eta había matado al presidente del gobierno, el Almirante Carrero Blanco, el país estaba de luto y las emisiones de programas de radio y televisión estaban suspendidas. Por suerte al sábado siguiente repitieron el capitulo y pudimos seguir con normalidad la historia.

  Mis andanzas diarias ya tenían visos de aventura, teniendo claro que me obligarían a repetir un curso, independientemente de las notas que sacara, decidí no poner trabas a la situación y dedicarme a disfrutar la vida un poco, con mi nueva bici hecha de retales comencé a explorar cada vez más lejos, al principio por el pueblo y si el tiempo acompañaba, y había luz de día, hasta los pueblos cercanos. De paso me colaba en alguna casa vacía para jugar a ser un gran ladrón como los de las pelis, no hay cerradura, ventana o tapia que se resista a mi ingenio y destreza. Era divertido pero tenía un inconveniente: en las casas vacías no hay nada que robar y encima mi bici me delata por estar en las cercanías. Terminé más de una vez pringado, sin ningún beneficio y encima con mala fama; que en tal sitio han entrado y han destrozado cristales y muebles la culpa de Cucusemi, como le dije en su momento al guardia civil: oiga que yo tengo mi orgullo y puedo entrar y salir sin romper nada. Pero no me creían y al final terminaba pagando yo el pato, bueno pagar pagaba mi padre y a mí me dejaban con algunos tirones de oreja y más de un azote con el cinturón.

  Esto no iba bien y tuve que cambiar de rumbo, lo más adecuado ayudar a mi padre los sábados con las chapuzas e incluso hacer algunas por mi cuenta, se gana poco pero lo suficiente para ir de vez en cuando al cine y tener algo de suelto en el bolsillo.

  Muchas tardes las pasaba con mi colega Pencho en su casa.
  Vivía en una antigua granja, ya sin animales, junto a la antigua estación de tren y las cuadras se utilizaban como almacenes y trasteros de todo, en una de ellas nos habilitamos un estupendo cuarto de juegos. Lo que mas nos gustaba era imaginarnos como locutores de radio, grabábamos nuestra emisión en un viejo radio casette con un micrófono y un transistor.  En el transistor buscamos una emisora de música, los cuarenta principales era nuestra favorita, y con el micro junto al diminuto altavoz recogíamos la melodía mientras narramos nuestras dedicatorias y presentaciones.

-buenos días esto es radio roa y estáis escuchando a Julio Iglesias y su ultima canción “soy un semental”

  Lastima que no haya sobrevivido ninguna de estas cintas pues hubiesen sido un documento sonoro estupendo para ambientar nuestras batallitas a los nietos. Aquí nació mi afición por ser pincha discos que me convirtió con el paso de los años en un DJ bastante aceptable, mola eso de utilizar partes de canciones para personalizar la tuya propia.

También nos hicimos con una mesa de pin pon, por supuesto hecha de restos de otras cosas, una diana para practicar con dardos, un tablero de ajedrez, con sus fichas y todo, y nuestro deporte estrella “las canicas” o bolas como se llaman por aquí. Tantas tardes enfrascados en nuestro particular refugio nos dieron como resultado una especial habilidad en estos menesteres que incluso nos permitíamos el lujo de ganar algún campeonato local y arriesgarnos a apostar dinero en competiciones entre pandillas. Unas veces se pierde, otras también, pero de vez en cuando se gana y da gustito.

Otra cosa que consumía nuestro tiempo era la pesca, al principio con un simple sedal y su correspondiente anzuelo lanzado desde los pasamanos de los balnearios y con el tiempo nos hicimos de cañas, arpones y a pescar donde podamos llegar con la bici.

Así transcurrían los días y poco a poco se acercaba la etapa final del colegio, mi ansia de aprender se había disipado y casi me cuesta sacarme el graduado, un cinco pelao y gracias, pero conseguí el titulo.

También fue por entonces que la vida me enfrentó a situaciones dolorosas, hasta ahora todo era felicidad e ignorancia infantil pero en poco tiempo tuve que asumir la muerte de mis abuelas. Siendo más niño también habían fallecido algunos familiares y conocidos de la familia pero no era consciente de ello, simplemente dejaban de estar y prácticamente los olvidada sin darme cuenta, más cuando murió mi abuela materna - mamaica la llamábamos - fue un golpe bajo del destino.
  Yo la quería mucho y como vivíamos cerca nos veíamos a diario, me gustaba mucho ir a jugar a su casa y las veces que estaba enfermo me hacia compañía. Era una mujer maravillosa, viuda desde la guerra tuvo que pasar lo suyo para sacar a sus hijos adelante y no recuerdo ni un solo mal gesto ni regañina de ella a pesar de lo travieso que yo era, en mi memoria perdura su imagen menuda sentada en su mecedora contándonos historias y su costumbre de todos los domingos, sin falta y como si fuese un dogma de fe, nos daba un duro de paga a cada uno de sus nietos.
   El Señor la llamó a su seno un día de Reyes. Como era costumbre entonces se veló el cuerpo presente en su casa y yo, en mi propio miedo por enfrentarme a la muerte, no me atreví a mirar el féretro.

  Poco tiempo después también murió mi abuela paterna, mi yaya. Aunque tenia menos contacto con ella también la quería mucho, cada vez que íbamos a su casa de Roda me daba un duro y cuando ella venia a la nuestra solía dejar igual propina. En esta ocasión no quise tener miedo y portarme como el hombre que casi ya era... en el duelo la contemplé simulando entereza, cuando el tembleque de mis piernas empezó a ser mas que visible me aparté a un rincón solitario y allí llore todo lo que pude llorar.

  Lloré y en cada lágrima se evaporaba una pizca de mi infancia, con cada sollozo crecí un poco y, aunque no fui totalmente consciente de ello en aquel momento, después del entierro deje de ser un niño y mi subconsciente me empujaba a convertirme en alguien de quien otro alguien se sintiese orgulloso.

  Acabó el colegio y con mi certificado de Graduado Escolar se me abrió el horizonte: seguir estudiando o trabajar.

  Continuar estudiando se plantea difícil, mis padres tienen que hacer mucho esfuerzo para costearme el instituto y en vista de mis últimos resultados en el colegio no parece una opción valida.
  Trabajar me gusta pero con catorce años solo puedes ser aprendiz de algo y con la fama que me he labrado con mis gamberradas no hay muchos negocios dispuestos para tomarme como ayudante.

  En estas tesituras ocurrió que unos vendedores de cursos a distancia pasaron por el pueblo e hicieron unas reuniones para padres en el colegio, eran los típicos cursos que en realidad no parecen servir para nada pero a mi me ilusionó. Mi padre muy a regañadientes y con gran esfuerzo pagó los libros y me encontré de pronto aprendiendo a ser mecánico por correspondencia. Parece una estupidez pero esto provocó que mi padrino, que tenia un taller de coches en un pueblo cercano, me tomara como aprendiz en su casa. Así podía ver y tocar lo que los libros enseñaban, estudiar y practicar al mismo tiempo como en las mejores familias.

  Realmente los libros me sirvieron de poco, no terminé de leer ninguno y como los exámenes eran por correo hacia trampas y los aprobé todos. Pero el tiempo que pasé con mi padrino me sirvió de mucho y forjo gran parte de mi carácter a la vez que mantenerme alejado del pueblo hizo que mi mala fama se diluyera y me convirtiera en un muchacho respetable.

Pasé grandes momentos en el taller, pero esos... esos los contaré en otro capitulo



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sábado, 29 de diciembre de 2012

rotondas de Los Alcázares

¿para que sirven las rotondas?
En algunos sitios también las llaman glorietas, plazas circulares o redondas, pero se llamen como se llamen todas tienen su sentido de ser.
Empezaron siendo una forma de controlar el trafico, de hecho todavía sirven para esto, dan fluidez a un cruce y permiten circular y orientar a los conductores.

Después para hacerlas más bonitas se le añadieron elementos ornamentales, ya sea una escultura de dudoso gusto pero precio importante o una fuente o un parterre florido.

Una misión importante que cumplen las rotondas es que el ayuntamiento de turno puede gastar dinero en ellas y eso hace que muchas de ellas renueven sus ornamentos con frecuencia, modificando con ello el paisaje urbano.
por eso me he decidido a fotografiar las plazas de mi pueblo y publicarlas en este blog, con el fin de mostrar la belleza urbana del pueblo y, si se da el caso, la evolución que en el tiempo puedan tener.

Podéis disfrutar de ellas en este enlace rotondas de los Alcázares

De momento solo hay unas pocas pero el album irá creciendo conforme tenga ocasión de ampliarlo.


viernes, 7 de diciembre de 2012

Gracias politicos, gracias

...en épocas de crisis las mentes menos ilustradas y ciudadanos en general tienden a culpar de todos los males de la sociedad a los políticos y esto es injusto, en tiempos de bonanza también son culpables.

Pensando las cosas detenidamente hay muchas razones para dar gracias a la clase política por la precaria situación que nos toca vivir y, puede que sin quererlo del todo, nos están enseñando valores que algunos desconocían y otros estaban olvidando.

Reflexionando sobre el día a día, la situación actual y la forma de afrontarla por nuestros políticos, cuyo sentido común es diametralmente opuesto al del ciudadano, llego a la conclusión que en realidad no son malos gestores como opina la mayoría si no que de verdad están haciendo un gran esfuerzo por mejorar la salud material y espiritual de aquellos que con nuestro involuntario sacrificio mantenemos su estatus de poderosos.

Y ahora para que tengáis criterio para comprender el porqué hay que ser agradecido expongo mis diez razones para ello y lo hago en forma de cantata enumerativa con visos de amarga sátira sarcástica.

Señores dedicados a la política y el gobierno, seáis del partido que seáis y con independencia de vuestra voluntad y cargo en la escala de poder de nuestra sociedad os doy las gracias por:

- por hacer de mi familia personas más sanas, en casa cada día comemos mas verdura y menos carne lo que nos hace menos proclives a enfermedades coronarias.

- por habernos hecho más respetuosos con las enseñanzas de nuestros abuelos, hemos recuperado  tradiciones gastronómicas de la posguerra aprendiendo a comer ingredientes que hasta ahora ignorábamos.

- por hacernos mas ecológicos, ya no tiramos nada y aprovechamos hasta la ultima molécula de cualquier cosa.

- por hacernos más sociables, cada día tenemos más cosas en común con nuestros vecinos.

- porque hemos aprendido a no tener prisa y ahora llegamos andando donde antes íbamos en coche.

- por hacernos sentir cómodos con los vestidos que pensábamos ya no están de moda.

- por aumentar nuestra confianza en nosotros mismos, pues ya no nos fiamos de nadie.

- por hacernos disfrutar una y otra vez de nuestro libro favorito, a ver quien es el guapo que se atreve a comprar otro.

- porque podemos pasear horas y horas disfrutando del paisaje urbano, sin posibilidad de poder gastar un céntimo en fruslerías.

- y porque si no os doy las gracias tendría que odiaros y eso va en contra de lo que mis padres me enseñaron.

Así que no os odio ni os deseo mal alguno pero ojalá os de un ataque de diarrea y no tengáis papel higiénico a mano...



PD. dedicado a todos los que viven en la abundancia gracias al sacrificio y voto de personas honradas.




martes, 13 de noviembre de 2012

cancion de la bombilla

... dice un anuncio de la radio que hay mas canciones dedicadas a la libertad que a cambiar una bombilla. Esto me ha tocado dentro y voy a poner mi grano de arena para romper la estadística, así que esta es mi aportación a tamaña discriminación.

 

 Canción de la bombilla

Suena una melodía suave en el piano y comienza la canción...
verso 1º en crescendo

Tu, alejaste de mi las tinieblas...
tu, hiciste de mi noche día...
tu. Me diste toda tu energía...
tu, hiciste que mis miedos fueran dulces sueños...
verso 2º sigue el esquema musical del 1º

tu, me iluminas desde que fui un niño...
tu, que me guías en el obscuro camino...
tu, que no pides nada por tu cariño...
tu, haces mi luz, mi calor y mi alegría...
estribillo un poco rock

no es por tu edad
no es por maldad
ni es porqué
 te quiera olvidar
solo es que hay otra y me dá
lo que tu ya no me puedes dar...
verso alegro

ahora que tu
lo que deseo no me das.
ahora que tu
para mi ya no estas.
ahora que tu
luz ya no me das. 
Triste mi destino
te maldigo y te juro
que mañana mismo
te cambio por otra de bajo consumo....
estribillo

no es por tu edad
ni es por maldad
ni es porqué
 te quiera olvidar
solo es que hay otra y me dá
lo que tu ya no me puedes dar...

y fin
 no eres tu...
ni es por mi,
es que quiero mas luz
en mi vida, y mi habitación... 

tatachan chinpun

Bueno, esta es mi aportación, la letra ya está, falta la musica para lo que buscaré voluntarios y si alguien la copia vilmente y se hace millonario con ella que recuerde que la idea fue mía y está feo usar el talento ajeno para beneficio propio.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Cucusemi IX


la transición de niño a preadolescente.

Capitulo noveno: el primer gran giro en la historia de Cucusemi, un verdadero huracán de acontecimientos.


Pues sí, entre la primera comunión, cambios de colegio, burocracias mentales, el nacimiento de mi primer sobrino… demasiados cambios para una mente tan joven e inexperta. Tantos que en mi memoria quedaron muchos de ellos pero soy incapaz de colocarlos en un orden cronológico correcto.
 ¿Qué fue primero: el huevo, la gallina o la primera comunión?

Entre los acontecimientos importantes de aquella época uno que debió marcarme, aunque eso lo decidirá un psicólogo si es que uso sus servicios alguna vez: el cambio de colegio.

Como ya dije, en el pueblo se quedaba pequeño el cole, así que después de cuarto curso teníamos que ir a otro Centro en San Javier –un pueblo cercano, del que nosotros éramos pedanía, distante unos ocho kilómetros-. Eso implicaba tener que tomar un autobús escolar, nuevas disciplinas y horario más ajustado, no puedes llegar un minuto tarde o pierdes todo el día de clase con el consiguiente castigo y retraso en el aprendizaje y no te cuento si lo pierdes a la vuelta, en el cole no te puedes quedar a dormir.
También implica tener que tomar la comida en el comedor escolar. Terrible situación pues la mayoría de veces no me gusta lo que ponen y aquí no te dan otra cosa como en casa, o pierdes el sentido del gusto y te adaptas... o pasas más hambre que quien se perdió en la isla.

Lo que es el colegio en si mismo está pero que muy bien, un edificio grande con aulas para todos los cursos, ¡tenemos un profesor para cada materia! también somos más niños y el patio del recreo es mas grande, tiene pista de baloncesto, de futbito, espacio de sobra para correr, fuentes donde se puede beber agua y cazar avispas en los charquitos que se forman alrededor. Pero tiene - tenia que tener algo- un gran inconveniente: el director se ha dado cuenta de que entré a primer curso un año antes de lo que me correspondía – ¿recuerdan al primo de mamá que era profesor en el pueblo? Pues parece ser que hizo alguna trampa para que pudiese ingresar y ahora llevo un curso de ventaja sobre los chicos de mi quinta- y ahora me dicen que tendré que repetir un curso pues no puedo dejar el colegio hasta que no tenga cumplida la edad de enseñanza obligatoria.
Entonces ¿para qué sirven mis buenas notas?, ¿para qué mi esfuerzo y mi tiempo en hacer los deberes y colaborar en todas las actividades de clase? Me lo voy a ir pensando y si me obligan a repetir les daré motivos para hacerlo. ¿Será por eso que algunos de mis compañeros de entonces han llegado a ser alcaldes y cargos municipales del pueblo mientras yo me quedé en eficiente currante pagador de impuestos?

Este colegio solo me duró un año. No porque me fuera, sino porque estaban construyendo otro en el pueblo y el siguiente curso ya empezamos en unas aulas dentro de la base militar de los alcázares de manera transitoria hasta que se terminara el nuevo, transición que duró el curso entero. No obstante estas aulas eran un chollo, tenían un pequeño jardín con columpios, pupitres de a dos y lo mejor de todo, se accedía a ellas desde la playa.

Toda una tentación para quien ya sabe que tarde o temprano tiene que repetir el curso, así si un día en vez de a clase me voy de pesca no pasara nada, solo necesito que mamá se crea que después del cole me voy a pescar para que no parezca sospechoso. Pero se entera, siempre se entera por mas cara de buen chico que ponga o escusa que invente y termina aplicándome su sistema educativo particular.
-¡para que aprendas...!
Y aprendí, vaya si aprendí, hasta cosas que ella no se imaginaba. Deberían darle el premio Nobel de educación a quien invento las suelas de goma para las zapatillas.

Otro acontecimiento importante de aquella época fue el nacimiento de mi sobrino, Antonio, la vida siempre te da lo que pides si tienes paciencia aunque tenga otras formas diferentes de interpretar tu deseo y el chico se convirtió en lo más parecido a un hermano pequeño que pude tener hasta que yo me hice demasiado adulto y él demasiado adolescente. Mi hermana estaba bien y molaba pero era chica y a una chica no le puedes enseñar lo mismo ni puedes jugar igual por muy buena voluntad que ponga, así que invertí mi capacidad de hermano mayor en mi sobrino. Le enseñé todo lo que pude y aprendió con tanta rapidez que antes que nuestros caminos se separaran ya casi era mi maestro.

Entre pitos y flautas ya me estaba haciendo un preadolescente y tenia ciertas inquietudes y necesidades. Andar por los barrios cercanos era una aventura para pequeños así que la pandilla decidimos ir ampliando nuestro radio de acción, pero para eso necesitábamos mejorar nuestros medios de locomoción. Algunos lo tuvieron fácil pues los reyes les dejaron bicicletas nuevas pero yo aun andaba con mi supercil de medio metro. Para dar la vuelta a un par de manzanas estaba bien pero no servía para ir a buscar moras a los campos de San Javier ni mucho menos intentar llegar con ella hasta las playas de la ribera o la Llana. Llegó la hora de aplicar el ingenio y aprovechando una chatarrería cercana, una pieza de aquí, otra de allá, mis conocimientos de las herramientas y algo de ayuda de papa construí una bici a mi medida, híbrida hasta en la pintura, cutre como ninguna, pero perfecta para el objetivo perseguido, tanto que disfruté muchos años de ella, a pesar de no tener frenos -para parar debía meter el pie entre el cuadro y la rueda delantera lo que me costó más de unas cuantas caídas y arañazos. Y que habilidad llegué a coger con aquel engendro mecánico, circulaba sin manos y hasta de pie sobre el sillín, eso sí unos segundos después estaba en el suelo.
Con esta bici llegué mas alto, mas rápido y mas lejos -y más lesionado- a la siguiente etapa, ya no era un crío, ahora debía buscarme la vida y fijar objetivos que se pudiesen alcanzar.
Primer objetivo expandir nuestro coto de pesca particular, ya no existen fronteras para nosotros y toda la costa del Mar Menor es nuestra, vale que hay que darle un buen rato a los pedales pero ahora podemos llegar.
Siguiente objetivo: ponerle luz a la bici, en invierno anochece pronto y sin luces no vamos a ningún sitio.

Mundo: preparate que ya se mas de lo que creo necesitar y voy a conquistarte. Lo malo es que el mundo visto desde atrás del manillar parece muy grande y a lo peor tardo un poco más de lo previsto. Ya tengo todo lo que necesito: ganas, audacia y una bicicleta, me falta el dinero pero lo iré cogiendo por el camino y esto será la base de los nuevos capítulos...


miércoles, 1 de agosto de 2012

Cucusemi VIII

el deseado hermano, anunciado en el capitulo anterior

Capitulo octavo: de las ilusiones, desengaños y formas de afrontarlos de Cucusemi


¡Un hermano!, en estos momentos tener un hermano es un cosa maravillosa. Ya tengo dos hermanas mayores pero no me sirven para nada, no saben jugar a nada divertido y encima me llevo algún cachete de vez en cuando.

 Está Pepi que anda más pensando en su novio que en jugar conmigo. Algunas veces voy con ellos  al cine, me compran una pepsi y pipas y me buscan buen sitio en primera fila para que vea bien la peli mientras ellos se tienen que conformar con los asientos de la ultima bancada, no saben lo que se pierden pues desde mi asiento se disfruta de toda la pantalla y sin cabezas que molesten.
-si pregunta papá le dices que nos hemos sentado juntos o no te vienes mas con nosotros.
Me gusta la idea así que voy dispuesto a mentir como un bellaco con tal de pillar más el próximo día. Pero esto no satisface mi ansia de compartir juego en casa.

Luego esta Rufi, también es mayor que yo y siempre está jugando con sus antipáticas muñecas que con voz de falsete y chillona me dicen:
-no queremos jugar contigo. Juega con tus juguetes…

Juguetes tengo, los reyes magos siempre dejan alguno y cuando voy con papá a reparar casas siempre consigo alguno de propina o lo encuentro en un rincón olvidado de las casas de la playa.
Desde el momento que me dieron la noticia de que esperamos un hermano empecé a recopilar todos mis juegos: indios, vaqueros, soldados, pistolas, coches… no era momento de despreciar nada, todo valía aunque no estuviese completo, desde un caballo de tres patas hasta la última adquisición de los flamantes coches majorette y mi rincón estrella en el patio de casa: junto a un viejo columpio de hierro me hice un hueco entre los restos de material de la obra y con tres cañas, unos sacos de cemento vacíos  y múltiples materiales sin clasificar me construí –con ayuda de papá- una estupenda cabaña india. Un magnifico tipi que debería ser nuestro cuartel general. Allí pase larguísimos momentos planeando mi futuro junto a mi hermano.

Un día, a finales de octubre, me levantaron temprano mis hermanas y me llevaron a casa de mi tío Miguel, vivía muy cerca y desde su terraza se podía ver nuestra casa.
-quédate aquí, hoy va a venir la cigüeña y cuando la veas vienes corriendo a avisarnos.
-¡Cielos! Como ha pasado el tiempo, aún estoy preparando cosas y ya es el día.

 Y allí me quedé, con los ojos abiertos de par en par vigilando los cuatro puntos cardinales y su espacio aéreo adyacente, hoy será el día más feliz de mi vida y no quiero perderme detalle.
-nunca he visto una cigüeña pero me imagino que se parecerá a los dibujos y fotografías de los libros, en cualquier caso el primer pájaro grande que lleve una bolsa en el pico esa debe ser.

Pude haber cogido una insolación de tanto otear y esperar, desde mi posición veía a gentes entrando y saliendo de casa, seguramente también buscaban a la cigüeña pero yo  estaba mejor colocado para ser el primero en verla. Mi imaginación volaba suelta y debe ser que entre ensoñaciones me despisté y me perdí el momento.
-Cucusemi baja que ya ha venido la cigüeña y te ha dejado una hermanita.
-¿Cómo?, ¡no puede ser, no puede haber pasado sin que yo la haya visto y!… ¿Cómo que una hermanita?, ¡un hermano!, ¡tenía que dejar un hermano! ¡Con “O”!
Con lágrimas lloviendo en mi rostro fui a toda carrera hasta casa. Debía comprobarlo con mis propios ojos… y allí estaba en el regazo de mamá, un pequeño ser temblequeante y menudo con la piel blanquecina y arrugada y para colmo ¡niña!.
– no puede ser, tiene que haber un error, ¡maldito pajarraco! Con razón no se ha dejado ver, ha venido a hurtadillas para que no me de cuenta y así perpetrar su desaguisado.

Conocí la ira ese día, aprendí a estar enfadado con todo y lo pagó el tipi, me faltaron piernas para darle patadas y reducirlo a lo que originalmente fue: un  montón de cartones y palos desordenados y esparcidos por el patio.

Cómo relaja romper cosas, tendría que hacerlo más a menudo. En poco rato mi furia ya no tenía sentido, lo hecho hecho está y hay que adaptarse. De todas formas aun es muy pequeña y quizá la pueda enseñar a jugar conmigo, de momento lo único que hace es comer, dormir, llorar y otras cosas más escatológicas, yo tengo experiencia en eso y sé que se supera con el tiempo.
- Merche, crece sin prisas que tu y yo tenemos muchas cosas que compartir y ya te las iré enseñando poco a poco.

No era exactamente como lo había planeado pero también trajo cosas buenas, para empezar en aquellos tiempos daban una paga a quienes tenían un hijo y mi padre la invirtió en comprar un televisor. Ahí es nada, toda una tele para nosotros, 20 pulgadas de pantalla en blanco y negro para disfrutar de nuestros programas favoritos. Solo coge dos canales –tampoco había más de aquella- y tiene un botón para cambiar de la primera a la segunda cadenas y dos ruletas sintonizadoras una por canal.
Buenos momentos pasados junto a los chiripitifláuticos, los payasos Gabi, Fofo y Miliki... y fofito, cuando todo era posible en domingo, con Felipito Takatun y su yo sigo, aquel un dos tres de Kiko Ledgar don Cicuta y los Tacañones y tantos otros muchos ídolos televisivos de la época, vaya diferencia con la programación de ahora que de cien canales apenas uno pone algo decente.

Mientras mi hermana crecía yo debía dedicarme a mis labores de niño, no me dejan casi jugar con ella porque me dicen que es muy pequeña y no paro de llevarme regañinas: que si no le puedo dar chicle,  que no le de pipas ni chuches, que no la toques ni hagas ruido que se despierta. ¡Pues claro, si lo hago adrede para que se despierte y poder jugar! pero no hay manera de que entiendan mi postura.

 Como en casa no puedo explayarme lo mejor es coger la bici y a buscar a mis amigos hasta que reunimos la pandilla y a hacer de las nuestras. Unos días a coger pájaros y otros a gamberrear sin mala intención, nos gustaba meternos por los balnearios de la playa cuando estaban vacíos en invierno, suponían un lugar fantástico para pescar mújoles y zorros, la pega es que  los dueños no compartían nuestra ilusión y se enfadaban, cuando no llamaban directamente a la guardia civil.
-como se ponen solo por un par de maderas y alguna cerradura rotas, cada vez es más difícil hacer algo divertido en el pueblo.

Pasa el tiempo, creces, maduras y tomas responsabilidades. Eso me pasaba a mí, conforme mi hermana se hace más independiente y ya empieza a ir al colegio debo asumir mi rol de hermano mayor y poner las cosas en un orden socialmente lógico:
- en primer lugar a mi hermana solo le puedo pegar yo, por lo tanto si algún desaprensivo osa tocarle el mas mínimo cabello se las tiene que ver conmigo, no me importa marcar distancias y si hay que darse un par de sopapos después del cole pues aquí estoy preparado.
- en segundo término mi hermana es mía y siempre tiene razón. Así que las escusas de “ha empezado ella” no me sirven y si hay que darse un par de tortas por mantener este punto pues, ya sabes, después del cole.
- y por último, a mí no me importa volver llorando a casa por lo tanto quien se atreva que venga preparado que no me doy por vencido fácilmente y aquí me tiene , después del cole.

Reconforta sentirse útil y responsable a estas edades, cuido de mi hermana, me preparo para hacer la Primera Comunión, avanzo bien en el colegio, manejo cada vez mejor las herramientas de papá, en fin la vida sonríe y cuando lo hace hay que acumular buenas sensaciones para cuando se canse y mire hacia otro lado.
Me siento responsable y además como voy a hacer la comunión también me siento importante, probándome el traje que me presta mi primo que parezco un príncipe, recibiendo regalos, los típicos que se hacían entonces: una medallita de la Virgen del Carmen, un rosario, pañuelos, calcetines, algo de ropa para los domingos… y ¡un fantástico reloj!, un citizen automático con esfera verde, agujas fosforescentes de caja y cadena de acero. Este artilugio me acompañó durante muchos años y supuso para mí una marca de identidad, ya que cuando vino el relojero a casa para que eligiera el modelo que me gustaba, con toda la familia expectante, me dicen:
 –pon la mano para probártelo.
Con toda la ilusión que era capaz de asumir levante mi brazo derecho, ofreciendo la muñeca al joyero. En ese momento todos se rieron.
- se pone en la mano izquierda
La sensación de no haber estado a la altura y de ridículo se apodero de mí, pero para cojones hay ocasiones y respondí sin apenas inmutarme.
- pues yo lo quiero llevar en esta mano, o no quiero reloj.
Ya hace tiempo que aquella maquina pasó a ser parte de la basura que contamina nuestro planeta, pero tanto aquel como los que le sucedieron los he portado sobre mi antebrazo derecho.

Creo que el momento de tomar la primera Hostia Consagrada marcó un ritmo diferente en mi vida, no supe verlo en su momento pero con la perspectiva de la edad  si pienso que a partir de aquel instante todo empezó a ir mas deprisa. Puede ser que ya tenia la edad suficiente como para discriminar y recordar mejor los sucesos diarios o que en realidad la vida esta marcada por etapas y vicisitudes en las que te ves envuelto y tienes poco tiempo, apenas segundos, para elegir entre los caminos que se van abriendo continuamente ante ti.  Lo realmente cierto es que a partir de aquel día mis decisiones empezaron a pesar en mi conciencia tanto para bien como para mal y empezaron de verdad mis odiseas y desventuras.

Pero eso ya es tema para otros capítulos

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viernes, 20 de julio de 2012

cucusemi VII


Aquellos inviernos de inagotable alegría

Capitulo séptimo: de los cálidos y felices inviernos de la infancia de Cucusemi... 

 Los veranos fueron todos iguales y cada uno diferente. Los inviernos... también.

El invierno en el pueblo es una estación relativa, frío lo que se dice frío solo se nota unos cuantos días en enero y febrero, el clima de la primavera y el otoño se diluye entre las otras estaciones así que para nosotros solo existen dos: el verano, que empieza cuando acaba el colegio en las proximidades del día de San Juan,  y el invierno que empieza cuando se van los veraneantes y empieza de nuevo el horario escolar.

 Los días empezaban con el desayuno, luego al colegio por la mañana, comida en casa, vuelta a clase hasta las cinco y el resto de la tarde para hacer deberes y jugar según la etapa del año.
 Cuando estamos en época del algodón, allá por noviembre, vamos directamente del cole al campo donde esté mamá y la ayudamos a recolectar ya que pagan por kilos recogidos y nuestra colaboración  se nota. Cuando no era tiempo de cosecha pues, ¡a jugar se ha dicho! Que para eso somos niños. La pandilla de amigos no es tan grande como la de verano pero eso no impide que ataquemos cualquier proyecto divertido. 

Entre nuestros pasatiempos favoritos está buscar nidos de tutuvias -alondras las llaman los mas finolis- cazar gorriones con cepos, si el tiempo acompaña vamos a la playa  a pescar y lo que más nos gusta: fabricarnos arcos y flechas con cañas, o espadas de madera y montar en nuestras bicicletas a emular las hazañas del capitán Trueno o el Jabato luchando sin descanso contra invisibles malvados e infieles.

Empezando la década de los 70 sucedió algo que nos proporcionó interminables momentos de aventura: se suprimió la línea de ferrocarril que pasaba por el pueblo quedando abandonadas las vías y los edificios de la estación. Mucho pastel para tan pocos imberbes, toda la estación de tren vacía para nosotros con su gran almacén anexo, ventanas que se pueden romper sin que nadie proteste, cientos de rincones vírgenes para explorar, cerraduras viejas que revientan al mínimo esfuerzo.
- ¡oh, dios de los niños! Te damos gracias por tan portentoso parque de atracciones.

Que gozo corretear entre las ruinosas paredes y los falsos techos, descubrir una puerta cerrada y abrirla a base de ponerle petardos hasta que los herrajes cedían y volver a casa con los oídos pitando y el rostro ennegrecido por la pólvora, el sudor y la tierra.

Una tarde de esas, dimos con la puerta de un armario construido en el hueco de una escalera, era más bien pequeño y tenía una cerradura más moderna que en el resto del edificio. Decidimos hacer un superpetardo para abrirlo, entre Pencho, su hermano Guili y yo juntamos varias tracas de diverso tamaño y potencia, que si un par de garbanzos, otra ristra de verdes de mecha corta, un par de los gordos valencianos, todos ellos bien colocados, apretados y envueltos en el papel de aluminio de una pastilla de chocolate.
 Con la emoción del momento no caímos en el detalle de dejar fuera una de las mechas más largas y quedó una de las rápidas, colocamos el envoltorio junto a la cerradura y para que sostuviese la postura lo apalancamos con un palo. Con la más ingenua de las ilusiones procedimos a prender fuego a la mecha.
- parece que no enciende nene
- acerca más el mechero
- me quemo el dedo
- traer aquí los dos, que yo llevo mistos- saque una cajita de cerillas de las del palito de papel encerado.

 Y con decisión acercamos cada uno y a la vez una encendida a la poca mecha que aun sobresalía….

La puñetera cerradura resistió, el palo que hacía de soporte todavía debe estar volando pues no volvimos a verlo, nuestra cara debió ser todo un poema a juzgar por cómo nos miraba la gente a la vuelta a casa y nuestros oídos… bueno, los oídos todavía me pitan cuando recuerdo aquella explosión. 
- y encima me he quedado sin petardos así que mañana tendré que volver a lo de los cascos de cerveza para sacarme algo de dinerillo y reponer mi arsenal.

Sacar unas pesetas no era difícil por aquella época, tampoco como para tener un sueldo pero si era fácil conseguir unos duros con un poco de imaginación y paciencia. En las tiendas siempre compraban las botellas de cristal vacías, algunos bares nos compraban caracoles, serranas, cangrejos, quisquillas - según la época del año - para hacer las tapas; una peseta por ayudar a barrer el local, otro par de ellas por descargar la furgoneta, siempre hay alguien dispuesto a recompensar a unos zagales prontos a currar en cualquier cosa. 

Conforme crecía también me iba con mi padre a hacer reparaciones de carpintería en las casas y también sacaba buenas propinas, pronto me hice diestro en el manejo de las herramientas y antes de cumplir los doce ya me dejaba ir a hacer algunos trabajos solo.
Y allá va Cucusemi con su bicicleta y su caja de herramientas de madera reparando lo que sea menester: persianas, puertas que rozan, sillas cojas, cerraduras, con estas últimas cogí cierta soltura y ya no he vuelto a necesitar un petardo para abrir una puerta.
 - ¡ya podéis inventar cierres más potentes que  yo me los meriendo!

Pero no vayamos demasiado rápido que me haré viejo antes de tiempo, seguiré con mi infancia más feliz.
 Coincidiendo con la casi terminación de la casa nueva, donde ya llevamos un tiempo instalados, recibí una de las noticias que mas me han alegrado la existencia ¡voy a tener un hermanito!, ¡eso sí que mola!
Mis dos hermanas son demasiado mayores para mí y no saben jugar casi a nada pero un hermano pequeño lo cambia todo, puedo enseñarle todo lo que sé y jugar a lo que quiera. Desde el mismo momento que me dieron la buena nueva empecé a planearlo todo, incluso fui guardando en un bolsillo de tela que tenia escondido entre las herramientas algo de dinero extra, cuando nazca mi hermano necesitaré doble de petardos, doble de canicas y doble de todo hasta que él sepa ganarse unas monedas.

Manos a la obra con ilusión mi plan funcionaba y conforme se acerca el día del alumbramiento mi impaciencia crece, ya falta poco y debo estar preparado.

Y llego el día ansiado que, de tan deseado, se convirtió en aciago, ese día comprendí muchas cosas de la vida y de lo dura que puede ser la diosa fortuna cuando se confía en ella con exceso, pero eso...
   ...eso lo contaré en el próximo capitulo

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martes, 19 de junio de 2012

cucusemi VI

Un alto cronológico para comprender mejor al protagonista

Capitulo sexto: de cómo Cucusemi vivía la vida en su pueblo... 

Como ya he dicho vivíamos en un adorable pueblecito de la costa, esto conlleva una serie de ventajas e inconvenientes.

 Entre las virtudes destacar la inmensa tranquilidad del día a día que te permite ver la vida con ojo práctico y sencillez. Los días son casi todos iguales, más o menos calor, más o menos lluvia, más o menos largos, todos iguales y cada uno diferente.

La pega es la incomunicación con el resto del mundo, de aquella no había internet ni teléfonos móviles,  solo algunos afortunados tenían teléfono o televisión en casa y muchas noticias así como los grandes cambios sociales los vivíamos de sopetón al llegar el verano con la avalancha de gentes de otras tierras que venían a disfrutar las canículas remojando sus cuerpos en las saludables aguas del Mar Menor y nos ponían al corriente de los avances de la humanidad:

- que si habían inventado maquinas que lavaban la ropa y la dejaban casi seca
- que si había frigoríficos que no necesitaban hielo para funcionar…

El orbe cambiaba a velocidad vertiginosa y nosotros seguíamos tranquilamente a nuestro paso. Tal aluvión de novedades despertaba en mí el deseo de crecer rápido y salir a ver el mundo en directo, pero mientras ese día se acercaba yo me dediqué a disfrutar de la vida y a prepararme para el futuro.

Los veranos eran mi estación preferida, muchos de mis amigos eran de los veraneantes que inundaban el pueblo y teníamos nuestras pandillas establecidas de acuerdo a intereses compartidos y gustos comunes. Cada uno con su idiosincrasia formábamos un grupo bastante homogéneo, variable según avanzaba el verano y de año en año. Dispuestos a lo que hiciese falta para divertirnos, si había que ir a la vía del tren a buscar piedras raras ¡pues se iba!; que alguien decía de ir a los montones de sal de la salina cercana, pues allá vamos todos hasta que volvemos tarde a y quemados por el sol, que hay que ir a pelear con otra pandilla pues ¡venga! hasta volver corriendo y llorando porque nos pegaron. Peleas sí, pero no por violencia, ni por orgullo mal entendido o por defender un territorio, peleábamos porque era una forma más de jugar, nos tirábamos piedras unos a otros igual que jugábamos un partido de fútbol de veinte contra veinte en cualquier solar.

También teníamos nuestras tertulias filosóficas y nos aficionamos a temas esotéricos: ovnis, zombis, atlantes, misterios del más allá y enigmas bíblicos despertaban nuestra fantasía. No sé si por sugestión,  por nuestras capacidades o por la amistad que derrochamos por todos los poros  llegó un momento que parecíamos comunicarnos por telepatía, bastaba un pensamiento o un simple gesto para que todos a una entendiéramos el siguiente movimiento del grupo. 

Una noche, mientras jugábamos a contar estrellas fugaces, sucedió algo estupendo: ¡vimos un ovni!. Todo un platillo volante semicircular y anaranjado del que se vieron salir dos naves más pequeñas. Fue un momento tan solo, tan rápido que los más despistados se lo perdieron. Al día siguiente los periódicos y los adultos comentaban que un avión americano había tenido un accidente y había tirado dos bombas atómicas desactivadas al mar a unos doscientos kilómetros más al sur de nuestro pueblo, mucho revuelo pero a nosotros no nos engañaron.
- ¡Ya puede venir un ministro en bañador a intentar convencernos que nosotros sabemos lo que vimos!. Si señor...

Buena pandilla hacíamos, cada uno con nuestro anhelo particular y todos con el mismo objetivo: ¡pasar el verano lo mejor posible!. Estaba yo, con mi ilusión de ser rico y viajar por el mundo, Luisito quería ser el Bruce Lee murciano, Clodes un canario empeñado en ser testigo del fin del mundo del año 2000, mi primo Antonio que compartía sueños conmigo, el Ruso un madrileño que valdría para dentista, Mateo, Penchico, Julian, Antoñin,Jose, Sopas... y tantos más. Con el tiempo nuestras pasiones se diluyeron en la realidad y muchas se cumplieron en parte. Con poca variación la pandilla se reunía cada verano, a algunos no les he vuelto a ver, bien porque no han vuelto por el pueblo o porque cuando lo hicieron era yo el que no estaba, ya que conforme me hice mayor empecé a ser de los que solo aparecían en vacaciones, otros seguimos en contacto esporádico o por las redes sociales que tanto hacen por las amistades alejadas. Tiempos felices, un obsequio de la vida que debería ser obligatorio por Ley para toda la humanidad allá donde se encuentre cada uno.

Una de las principales atracciones que surtía el verano era el cine, para ser un pueblecito casi deshabitado teníamos tres cines: el Carthago -que también llamamos cine de invierno- en el paseo de la feria, era a su vez teatro y sala de cine pero solo funcionaba en invierno imagino que por los calores ya que de aquella el aire acondicionado era algo futurista; el cine Rex -llamado cine de verano- también en la feria, era un recinto bastante amplio con una pared alta que hacía de pantalla y sillas metálicas hasta la mitad del aforo y el resto de madera plegables atornilladas entre si en filas de diez al igual que el otro cine más pequeño que está cerca de la iglesia de la Asunción y que solo se llama “cine o "el otro cine"”.
En el cine de verano pasábamos grandes momentos, ponían dos películas diarias con un descanso entre ellas para poder cambiar las cintas con el otro cine ya que eran las mismas.

Éramos pobres y no podíamos permitirnos las entradas pero teníamos un truco: por la mañana temprano ayudábamos a limpiar el recinto, recogíamos las pipas, colillas,  papeles y los botellines de refresco o cerveza que dejaban los espectadores cada noche a cambio de entrar gratis cuando las películas no fueran para mayores. De paso siempre encontramos alguna moneda perdida entre las sillas y eso nos permitía ciertos lujos: pipas, chuches y coca cola…y algún que otro petardo para gastar bromas que dejábamos caer de vez en cuando por los rincones del cine si la película no nos gustaba o para fastidiar a quien nos caía gordo.

- ¡mira, mira…...!  el tipo que nos pilló cogiendo chuches del quiosco y avisó al dueño, viendo la peli con su novia- ¡pues toma petardo debajo de la silla!                  
-como duelen los tirones de oreja cuando te pillan, pero era divertido

Así eran los veranos en el pueblo, todos iguales y cada uno diferente. Conforme crecimos cambiaron nuestros gustos y nuestra forma de ganarnos algo de dinerito saliendo con la fresca a recolectar melones y pimientos o cargando camiones en los campos cercanos, también cambiamos el cine por las discotecas y nuestras tertulias exotéricas por conversaciones más acordes a nuestra fiebre  de adolescentes.

La vida nos guiaba con paso firme a cada uno por su camino pero mientras llegábamos al cruce que separaba nuestras sendas yo continuaba disfrutando la infancia, adquiriendo habilidades que en el futuro serian muy provechosas y me permitirían vivir maravillosas aventuras muy pronto.




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martes, 29 de mayo de 2012

cucusemi V


Continúan las aventuras de nuestro singular personaje

Capitulo quinto: de cómo Cucusemi amplía su horizonte cultural y empieza su vida en sociedad.

Todo parece ir sobre ruedas, mi formación crece con el tiempo y la escuela de los cagones se me queda pequeña.
Este ha sido un verano lleno de emociones. Preparándome para ir al colegio de los mayores casi no me doy cuenta de que los astronautas norteamericanos Armstrong y Aldrin han pisado la luna, claro que mis preocupaciones  estaban por otros menesteres y no por los grandes pasos de la humanidad, “vivíamos cantando” la canción de Salomé, buscando “el carro” de Manolo Escobar, intentando traducir el “sugar sugar” de los Archies y el "get back" de los Beatles, se empezaban a ver los primeros SEAT 1430 -auténticos superdeportivos para la época- los afortunados que tenían televisión disfrutaban con las aventuras del Capitán Marte y su flamante XL5 recorriendo las galaxias en su “camino de regreso a casa”.

Muchas cosas pasaban ese año, mas como he dicho son anécdotas que alegraban las tertulias de los adultos pero a mí me ilusionaba más empezar el colegio. Voy a ir al primer curso de primaria y mi familia ya está poniendo todo su esfuerzo en pertrecharme adecuadamente, necesito lápices, sacapuntas, gomas de borrar, libretas y unos cuantos libros de texto –suerte que puedo aprovechar algunos de mis primos. También una cartera en condiciones para transportar todo y además estamos en plena mudanza de casa. Mi padre compró un solar cerca de donde vivía mi abuela y estamos construyendo una vivienda allí, al principio un cercado con una habitación interior que hace las veces de dormitorio, salón y cocina que a base de sucesivas ampliaciones se convertirá en una estupenda casa de una planta con tres dormitorios, garaje, cocina, salón comedor y dos baños y un estupendo patio donde pasé maravillosos momentos de ocio.

Y digo estamos porque en aquella obra hemos puesto todos nuestro sudor, en la medida que nuestro cuerpo y edad nos permitían, eran tiempos de escasez y cada cual ponía lo que podía tanto en la construcción como en conseguir dinero para continuar, trabajando a destajo en los campos y almacenes de melones, recogiendo pimientos y algodón, por suerte no faltaba nunca trabajo en el campo para quien quisiera agachar el lomo por cuatro pesetas. Muchas horas y mal pagadas pero por lo menos cobradas e invertidas en nuestro futuro. Yo, como el pequeño de la casa, estorbaba más que hacia pero también puse mi parte, me acercaba por donde los trabajadores y les quitaba las botellas de cerveza vacías para venderlas en las tiendas cercanas donde me daban unos céntimos por cada casco, no da para mucho pero es un buen comienzo empresarial. Para aumentar beneficios también cogía las botellas que aun no estaban vacías y las derramaba en un rincón, esto no gustaba a algunos y empezaron por ponerlas en sitios cada vez más inaccesibles para mi estatura e ingenio, primero poniéndolas en bolsas colgadas de un clavo del muro, triste solución pues con mi audacia, algún tablón y unos ladrillos improvisaba una rampa con la que acceder a ellas, más triste mi sino pues siempre había quien me pillaba y en vez de botellas me llevé unos tirones de oreja y más de un pescozón. Al final era mucho estrés para mi infantil existencia y decidí dejar mis aventuras empresariales para un futuro.
El futuro empieza con cada día y hay que estar preparado para vivirlo y la preparación consiste como he dicho en otras ocasiones en una buena base teórica y la práctica.   La teoría empezaré tomándola en el colegio que los niños llamábamos “el cole de los mayores”.

 Vaya diferencia con la escuela de parvulitos, esto ya es un edificio en condiciones, imponente con sus dos plantas, puesto al centro de un patio enorme cercado con una valla de rejilla metálica, sobre elevado del terreno para aislar los suelos de la humedad y su resplandeciente fachada blanca rematada con cercos gris oscuro en las puertas y ventanas. Con letras en negro sobre la entrada principal a pocos centímetros del techo, justo encima del balcón del piso de arriba, su nombre formando un arco: “GRUPO ESCOLAR”. En cada planta había dos aulas, la planta baja para niñas y el primer piso para niños, a la parte femenina se accedía por la escalinata de la fachada principal mientras los varones teníamos otra entrada por un lateral del edificio, por una escalera más sobria y estrecha llegamos a nuestra clase.
Se impartían dos cursos por aula, en la primera los de 1º y 2º mientras en la otra los de 3º y 4º separados en dos filas –entonces lo de la ratio por aula era así- el resto de cursos de primaria se impartía en otro colegio en un pueblo cercano.
El día empieza cantando el himno nacional, clases de seguido hasta el recreo, entonces podemos jugar en el patio mientras comes el bocadillo, más clases hasta la hora de comer que vamos a casa y de vuelta por la tarde un par de horas y para terminar cantamos el “cara al sol”. Los viernes por la tarde bajamos a la planta baja y junto con las niñas rezamos el rosario.
Me gusta pero todo tiene su pega, con tanta variedad no sé cuando el maestro explica algo para mi curso o para el curso paralelo, esto hace que me distraiga y no responda cuando pregunta don Joaquín, que así se llamaba el profe de 1º y 2º. Y como se las gastaba, a la que te pillaba en un renuncio ya te tiraba de las patillas hasta levantarte en peso o en los casos más leves te daba con la regla de madera en la palma de la mano y no la quites ¡que es peor!... De nada servía tener enchufe con él -ya que era primo de mamá –te llevas la tunda por duplicado una en clase y otra en casa.
-Ustedes dos que están hablando, ¡al rincón!-rascón de patilla y de cara a la      pared.
A ver ¡si yo no estaba hablando, solo oía lo que decía mi compañero!
Que quiero hacer pipí –decía con la mano en alto. -rascón – ¡te esperas al recreo!.
Si claro, en el recreo. Con lo corto que es voy a perder el tiempo en esto. Por aguantar me lo hago encima –rasca, palma ¡ay! y de cara a la pared.
Pasó el primer curso entre rascones y palmadas pero ya sabía defenderme con las sumas, alguna regla de multiplicar y una caligrafía horrible –más o menos como ahora.
El segundo curso trajo importantes novedades, de entrada le habían cambiado el nombre al cole. Ahora se llamaba “Colegio Nacional Mixto”, rimbombante pero eso implica que los niños y niñas compartimos aula y eso evidentemente era mucho más divertido, la pega… la pega es que también compartimos profesores y, cielos, las doñas hacen que se eche de menos el rascón de patilla y el reglazo te lo dan en la punta de los dedos que pica más.
Mi mente se va nutriendo poco a poco y mi cuerpo ya esta fuerte y ágil para empezar la práctica e incluso para meterme en líos y aventuras...

  pero eso lo contare en otro capitulo…

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viernes, 11 de mayo de 2012

tarta de chuches

Un detalle bonito, barato, original y que asegura un éxito total para hacer un regalo a los niños, sobre todo en ocasiones especiales: 
 Una tarta de chuches

El mérito es de Mari Paz que tiene paciencia e ilusión aunque yo también colaboré en algún momento y como fotógrafo. 

La cantidad de material depende del tamaño pero si somos golosos podemos comprar de mas sin miedo.

Para hacerla, primero diseñamos la forma que tendrá al final, en este caso va a ser un formula 1. Recortamos de corcho blanco las piezas necesarias, empezando por una buena base y luego el resto.


 Todas las piezas irán envueltas en papel de aluminio de uso alimentario con la cara brillante hacia el corcho y se van montando según se avanza en el cubrimiento de cada una con chuches. Y después se sujetan entre ellas con palillos de madera de los que se utilizan  en las brochetas.


 Los dulces se pinchan sobre la estructura con palillos, venden unos de plástico y de colores variados que son ideales para este trabajo.


 Hay que elegir las golosinas pensando en el color y el diseño de la tarta para conseguir un efecto verdaderamente espectacular.


 Para algunas piezas, como la cabeza del piloto en este caso, se ha cogido un huevo de chocolate y los detalles se hacen con recortes de regaliz y gominolas



 El resultado se puede ver, durante poco tiempo pues los chicos la devoran en un santiamén, pero solo ver sus caras recompensa por el trabajo.


duelen los dedos pero están para relamerlos... humm.....