jueves, 29 de octubre de 2015

Cucusemi XVI

La estrategia del pasado mañana

Capítulo décimo sexto: preparando el futuro.


Una vez dejado el taller ya no valían escusas, tenia que hacer dinero y estudiar si quería presentarme a la Marina. Lo primero: trabajar. Y empecé por un local cercano a casa donde se preparaban ramos de espigas secas para enviarlos al tinte que después se usarían en floristerías.


No parecía un trabajo complicado: separar las espigas por tamaños, limpiar el tallo de hojas y agruparlas en ramilletes de diez unidades sin romper ninguna. Pero era una tarea sucia y mal pagada, las briznas se metían por la ropa y te producían continuos picores; pagaban a dos pesetas el ramo y trabajando a buen ritmo podías sacar hasta doscientas pesetas al día, mucho menos que en el campo o los almacenes de fruta, quizá por eso la plantilla era muy cambiante y yo no tardé más de dos meses en cambiar de sitio. 
 

De las flores secas pasé a un almacén de procesado de naranjas y limones, trabajo más duro pero mejor pagado. A mí por ser joven y en teoría aprendiz me daban el sueldo de las mujeres, 125 pesetas la hora, pero eso estaba asumido por todos en aquella época y no era un problema, todos trabajábamos lo mismo pero los hombres cobraban veinticinco pesetas más a la hora. Y por supuesto sin seguro, solo si tenias un accidente te hacían contrato con fecha del día anterior.


Comenzábamos a las ocho de la mañana aunque yo llegaba a las siete para ayudar a Paco el encargado a guardar los perros y limpiar todas las cacas que estos habían dejado, no me pagaban más por ello pero a cambio podía coger las frutas que quisiera para llevarme a casa ya que no me veía nadie, eran dos perros de tamaño medio: Sultán que de lejos parecía un pastor alemán y Chispa una hembra negra como el carbón, mezclas de siete razas y con la única habilidad de ensuciar de una manera increíble, por la noche quedaban sueltos por el interior haciendo de vigilantes y cuando llegábamos los trabajadores se ataban en el exterior junto a un sombraje hecho para ellos; yo me encargaba de ponerles agua y comida, mayormente sobras que aportaban entre todos a lo mejor por eso me querían tanto, y aunque eran incapaces de morder a nadie montaban un escándalo ladrando terrible y como cagaban los muy…


Ademas me encargaba de limpiar las maquinas al cierre, que no tenia hora fija, unas veces terminábamos temprano sobre las ocho de la tarde y otras había que sacar los palés para la carga de un camión y no era raro terminar bien entrada la noche.


Y la rutina diaria, volcar las cajas de frutas en la maquina que las limpiaba, abrillantaba y separaba por tamaños, las mujeres las empaquetaban en cajas de madera y pasaban a una cinta de transporte donde las recogíamos y colocábamos sobre palés para su carga en camiones; cuatro adolescentes nos turnábamos en este trabajo mientras los mayores se encargaban de la carga y descarga con las fenwic.


Cuando el trabajo en el almacén era más escaso me iba con las cuadrillas de recolección, seis o siete hombres acurrucados en la caja de un camión hasta el campo donde cogíamos una a una cada pieza de fruta del árbol, ahí desarrollé cierta habilidad para encaramarme entre las ramas de los naranjos y limoneros para coger las piezas más altas. También aprendí a tomar nota de todas las horas trabajadas pues los jefes tenían la rácana costumbre de no sumar alguna diaria y a la hora de cobrar la quincena siempre faltaban tres o cuatro horas del salario.


Se ganaba dinero a base de muchas horas de trabajo pero iba por temporadas y no duraba más de dos meses, en cuanto pasaba la temporada de una fruta había que cambiar de almacén y eso hice cuando llegó el momento.



Entre fruta y campo aun quedaban ratos libres, después de las comidas, por la noche antes de dormir y los domingos; estos ratos los aprovechaba para estudiar algo con vista a presentarme a la Marina, no tenía mucha base en que apoyar mi estudio pero sabia que el examen de ingreso consistía en varios test de cultura general y rapidez mental así que me hice con una buen surtido de revistas de crucigramas y leía cualquier cosa que cayese en mis manos lo mismo daba un libro que una novela de bolsillo, un periódico o un prospecto, todo vale para aprender a leer con rapidez y conocer las palabras con sus tildes, sus haches y por absurda que parezca siempre tiene referencias históricas o geográficas que se quedan en la cabeza; para matemáticas y física repasaba mis libros de octavo de EGB a los que tan poco caso hice en su día. Las pruebas físicas no me preocupaban pues tenia agilidad y buena forma, esperaba poder superarlas sin problema. No parece un buen plan de estudios pero ni tenia tiempo para empezar otro mejor, ni dinero para pagarme clases particulares.



Y llegó el día del examen allá por el mes de febrero, así que después de madrugar y tomar un desayuno cogí el autobús destino a Cartagena, al Cuartel de Instrucción donde eran las pruebas. Allí coincidimos un nutrido surtido de jóvenes con tantos orígenes y motivaciones diferentes que se necesitarían varios libros para describirlos, desde universitarios que no avanzaban en su carrera hasta casi ignorantes como yo cada uno con sus propios temores e ilusiones.


Cuarenta muchachos, cuarenta pupitres, cuarenta lapices y otros tantos folletos de examen con su correspondiente hoja de respuestas formábamos cada grupo y nos pusimos manos, y mente, a la obra.



-Lean con atención las preguntas, marquen la respuesta en la hojilla, si tienen  alguna duda levanten la mano, a quien se pille copiando será expulsado del aula y no contara su ejercicio para la nota. Tienen dos horas para terminar.



Esta letanía la repetia al comienzo de cada prueba uno los jueces, con voz automática y casi sin emoción, como si no le importara.



- ¿Alguna pregunta? ¡Pueden empezar!



Primera prueba: test de agilidad mental, que número sigue en la serie, que ficha de dominó falta etc. y así hasta cien preguntas. A los veinte minutos ya había terminado, entregue mi hoja y a esperar. Siguieron el resto de exámenes, matemáticas, cultura general, gramática y ortografía. Dos por la mañana y otros dos por la tarde, hasta me dio tiempo a coger el bus de vuelta a casa antes de cenar. Mañana sería el turno del reconocimiento medico y las pruebas físicas.




Al día siguiente la primera sorpresa, las pruebas físicas solo las tendrán que hacer los que aprueben los test. Así que todos al hospital de Marina a reconocimiento medico.


Más de cien muchachos en cola pasamos por una serie de consultas donde entre unos cuantos médicos militares y algunas monjas enfermeras nos hicieron radiografías y controles a toda prisa, una muestra de orina, otra de sangre, comprobar que no teníamos los pies planos y ya está.



- Pueden irse a casa, ya recibirán una carta con los resultados de su oposición.



Bueno, ahora toca ir para casa a seguir trabajando y a esperar.




Tiempo después llegaron los resultados pero de ellos ya hablaré en su capitulo correspondiente pues hasta entonces todavía ocurrieron muchas cosas interesantes.






domingo, 24 de mayo de 2015

Cucusemi XV

¿Pájaro en mano o pájaro volando?

Capitulo decimoquinto: las decisiones que cambian el rumbo.


Y pasaban los días, uno tras otro; entre cambios de aceite, lavado de coches, que si desmonta por aquí y monta por allá. En los ratos libres jugando con los pájaros o salía a correr al anochecer por los caminos entre campos de cultivo, aunque esto último tuve que dejar de hacerlo pues los vecinos que me cruzaba se empeñaban en traerme de vuelta en sus vehículos.

- ¿que haces por aquí? Sube que te llevo.
- no gracias, es que me gusta salir a correr.
- correr por correr, tu estas pallá que te va a dar algo...

Y así casi todos los días, hasta que alguien inventó la palabra footing y se puso de moda no hubo forma de practicar este deporte con tranquilidad.

Una vez Padrino me regaló una pareja de tórtolas ya que cuando que entraba a la jaula con los pájaros se me ponían en el hombro y se dejaban coger. 
 
No era algo raro, muchas veces entraba a llenarles los comederos y abrir el grifo de la fuente para que se renovara el agua entonces cogía un puñado de alpiste y me quedaba quieto con la mano extendida; al poco los periquitos, mas atrevidos, venían a comer de mi mano después los canarios y los mandarines tropicales que no llegaban a posarse del todo, cogían los granos y se los comían en otro sitio. Las tórtolas, como he dicho, se me posaban en el hombro y esperaban que le acercara la mano. La menos simpática fue la cacatúa blanca, se posaba en el brazo pero con fuerza y me clavaba las uñas y más de un picotazo me dio al tiempo que cogía la comida.

Llevé la parejita a casa y Papá les construyó una gran jaula de madera de casi un metro de largo por medio de alto con el frente cubierto de rejilla metálica; pronto hicieron nido dentro y tuvieron dos pichones pero estos no sobrevivieron más de un mes, alguien me dijo que porque la jaula era demasiado pequeña para criar y los padres dejaban de alimentar a las crías, esto no me gustaba nada y terminé vendiéndoselas a un amigo que también tenia una habitación convertida en jaula por quinientas pesetas.

Aprendí muchas cosas en aquella época además de mecánica, entre ellas a mover los coches -que no es lo mismo que conducir. Primero manejando el volante de aquellos que no se podían arrancar, como era el que menos pesaba me ponían al volante mientras otros empujaban para meterlos al taller: gira a la derecha, todo recto, un poco hacia allá, frena ¡listo! siguiendo las instrucciones era fácil. Un día hubo que ir a recoger un seiscientos del pueblo, lo amarramos con una cuerda al parachoques trasero del 1500 para remolcarlo, fue lo más parecido a conducir que había hecho hasta entonces y de la emoción casi lo saco del camino por el lado izquierdo. Poco a poco fui aprendiendo y cogiéndole el truquillo al asunto hasta que me atrevía a meter y aparcar coches en el taller.

Por aquella a mi primo le tocó hacer la mili, eso me dio más protagonismo y responsabilidad cuando aún era un aprendiz algo aventajado, sabia desmontar y montar pero un cero a la izquierda en diagnosticar averiás, suerte que la hizo en Cartagena y casi todos los días y fines de semana venia a casa.
Una noche se presento en el taller con varios compañeros y mandos, resulta que estaban de maniobras en el campo cercano de el Carmolí y se les rompió una trasmisión de un camión y entre todos conseguimos repararla en un par de horas y así su compañía pudo continuar al día siguiente como si nada hubiese pasado, todos contentos y mi primo se ganó una semana de permiso.

También pasaron cosas tristes, tía Fina se puso enferma y murió en pocos días. Difícil llenar el vacío que deja alguien que se va para siempre, pero es ley de vida y hay que continuar por más que duela.

Continuamos con nuestras vidas y yo empecé a pensar en como iba la mía. Había dejado el pueblo pero no era esto lo que buscaba, no es que no me gustase, es que quería más. Me imaginaba dentro de unos años como un gran mecánico, quizá con mi propio taller, pero algo en mi interior me decía que no era suficiente. Una noche mientras cepillábamos a los ponis hable con Padrino y le dije que me iba a ir del taller en poco tiempo, mi mente estaba puesta en ver mundo y me llamaba la atención el anuncio que salia en la tele:

- ¡muchacho la Marina te llama!

Ver mundo y buen sueldo fijo. Solo tenia una pega, de aquella, los dos primeros años el sueldo es casi de risa por lo que si me voy a meter en este fregado necesito ahorrar lo suficiente para pasar dos años medio bien y para eso lo más rápido era trabajar a destajo en el campo o en los almacenes de envasado de frutas que por aquí tenemos bastantes, muchas horas diarias de trabajo y poco tiempo libre para poder gastar.

No gustó la idea a Padrino ni a Papá pero aceptaron mi decisión. A partir de entonces la meta estaba más clara y las cosas sucederían rápido pero eso ya os lo contaré en otros capítulos.



domingo, 10 de mayo de 2015

Mesa dulce con sabor culé

Una muestra de la mesa dulce que le hicimos a mi sobrina y ahijada el día de su primera comunión.

Tiene temática culé por su afición al F.C. Barcelona, aunque yo sea más del Atlético de Madrid pero la niña se lo merece y le hemos montado una mesa de chuches y golosinas para que disfrute con sus amigos y familiares en este día tan especial para ella.

Y sin más comentarios aquí va una muestra del resultado:

vista de la mesa

brochetas de gominolas personalizadas

todo un estadio para disfrutar

detalle del campo de futbol más dulce

escudo de su club favorito

galletas y bombones caseros

área de juego para comerse al contrario

así quedó el campo tras el terremoto infantil

Mucho trabajo y mucha ilusión que se ven recompensados al ver la cara de los niños (y los mayores)
Corcho, goma-eva e imaginación y ganas de disfrutar haciéndolo es lo único que se necesita.

viernes, 6 de marzo de 2015

Cucusemi XIV

A aprender se aprende aprendiendo. 

  Capitulo decimocuarto. Cucusemi aprende lo que no está escrito.
 
 
En el taller, aparte de reparaciones, teníamos nuestros propios inventos. No es que diseñáramos algo magistral y novedoso, pero podíamos construir y mejorar cualquier cosa que se nos ocurriera; digo “nos” porque yo participaba al tiempo que aprendía en todos los proyectos: ¿que se necesita un soporte especifico para un trabajo? ¡pues se hace! Que para eso tenemos herramientas e imaginación.

Uno de los “inventos” fue hacer un carro de varas para los ponis, un carro como los antiguos, como el que tuvo mi abuelo, al que no conocí, para hacer portes; hecho a base de los recuerdos de Papá y Padrino y con todos los detalles.

Las ruedas recuperadas de desguace y reparadas a la antigua usanza, madera la que hiciese falta y las ballestas de suspensión recicladas de algún seiscientos que ya no admitía más reparaciones, hasta un viejo artesano del esparto, amigo de la familia, tejió unas esterillas para vestir el interior del carro. Cada elemento se hizo adrede y a escala desde la más pequeña cuña de madera hasta las cinchas y riendas de cuero. Quedó de maravilla y durante muchos años fue la principal atracción de las fiestas del pueblo con Padrino y mis primos ataviados de época y el carruaje bien engalanado para las ocasiones.

Lástima que, de aquella, las fotografías eran caras y escasas las cámaras domesticas por lo que han sobrevivido pocos recuerdos gráficos. Pero aún lo recuerdo bien: Padrino con su traje oscuro de los domingos y sombrero sentado en la vara manejando las riendas y el carro lleno de niños disfrutando del paseo, Luna entre las perchas y Lucero, orgulloso, delante mostrando su porte y sintiéndose protagonista con sus cabezales ornados de cascabeles y claveles y las crines trenzadas con lazos de colores, todo un espectáculo y un regalo para los privilegiados ojos de los asistentes.

Otra especialidad de la casa era cambiar los motores de gasolina por diésel; tiempos difíciles donde todo ahorro era poco y muchos vecinos adquirían motores diésel Perkins de segunda mano y se lo sustituíamos por el de gasolina que llevara el coche, sobre todo en los SEAT 1430 y 124 que se adaptaban muy bien o los 1500 donde incluso cambiamos la caja de cambios para poner palanca en el centro ya que muchos de estos modelos traían el cambio en el volante y a muchos les parecía anticuado.

Padrino también compraba algunas veces algún coche listo para desguace a precio de chatarra que tuviese la documentación en regla, se desmontaba entero y se reparaba hasta dejarlo casi nuevo aprovechando los momentos de poco trabajo en el taller, una vez montado se vendía a buen precio. Cuarenta años después vino una moda parecida de América así que podemos considerarnos pioneros del tuning y el vintage, que dicho así parece más estupendo.

Esto me gustaba mucho ya que en el desmontaje me dejaban solo (total si rompía algo se iba a notar poco) y no había prisa, por lo que podía entretenerme más de la cuenta y aplicar mi ingenio cuando fuese preciso. 
 
El ultimo de estos en el que trabajé fue un dos caballos. Un vetusto y destartalado citroen dos caballos (por cierto en contra de lo que mucha gente cree no se llama así por su potencia si no porque cuando empezaron a fabricarlo, después de la segunda guerra mundial, se comercializó con el eslogan que hacia el mismo trabajo de dos caballos y costaba mucho menos) como decía, un amasijo de oxido lleno de mugre y barro de siete mil caminos. Padrino lo compró por siete mil pesetas, poco más de mi sueldo semanal, se quedó en un rincón del taller y poco a poco, sin prisa pero sin pausa, se desmontó hasta la ultima pieza y después se volvió a montar hasta dejarlo como nuevo; una buena capa de pintura al estilo charlestón y fue el coche de casa hasta que le salió un buen comprador.

Lunes, martes...viernes y llegaba el sábado, este día casi lo dedicaba a lavar coches: una buena cepillada y bayeta húmeda a todo el interior; por fuera manguera y esponja con jabón liquido, un buen aclarado, secado con la balleta de piel y listo. Veinte duros, propina aparte.

Que buen invento el de la propina, sobre todo cuando te la dan a ti. Las propinas del lavadero las repartíamos a partes iguales entre los aprendices y mi prima y ese dinero lo usaba para mis caprichos, normalmente algún tebeo que compraba en el quiosco de la plaza mientras esperaba al autobús los sábados al medio día: Rahan el hijo de los albores del tiempo, Pif y Hércules con su juguete de regalo que luego servia para poco, algunas aventuras Mickey mouse con Donald y sus sobrinitos que después se convertirían en los jóvenes castores o del tío Gilito y los apandadores que nunca conseguían robarle un centavo. Algo de suelto sobraba para convidarme el domingo en el pueblo con los amigos en la cafetería Granyena mientras hacíamos unas partidas de cartas, ajedrez o un billar de los de carambolas.

Cuando hacia buen tiempo en vez del autobús me iba en bicicleta. Incluso llegue a tener una moto para desplazarme, una rieju de 49 cc que compró Papá por cinco mil pesetas pero tan pasada de kilómetros que me aportó más experiencias como mecánico que paseos. 
 

Pasaban los días y pasa este capitulo así que, queridos lectores tened paciencia que pronto volverán mis aventuras.

martes, 11 de noviembre de 2014

el cuento de nunca jamas (debió ocurrir)

... para quien no lo entienda he dibujado un plano.

   Se trata de un carro tirado por dos borricos, para que el carro avance las dos bestias deben tirar en el sentido de la flecha, es decir "adelante".

   Si el burrito de la derecha va hacia la derecha y el de la izquierda hacia su propio lado los vectores de fuerza se anulan y el carro además de no avanzar se puede romper. 

Cuando el terreno es llano o con ligera pendiente descendente es bueno que descanse alguno de los jamelgos, entonces se le desengancha de la vara y se amarra atras. Es necesario relevar en estos puestos  a ambos burrillos para que no se canse uno más que el otro. Hay que tener especial cuidado en este caso pues el burro que queda solo suele tener tendencia a desviarse hacia su lado y si no le corregimos a tiempo tomará el camino incorrecto.

   Si el camino se vuelve cuesta arriba se ponen los dos rocines a la par y si es necesario los  pasajeros más fuertes se bajan y ayudan empujando; los menos capacitados para ayudar deben colaborar distribuyendo su peso en el carro para mantener el equilibrio. No hay que dejar que el más débil empuje pues por mucho afán que ponga lo más seguro es que entorpezca  y nos retrase en el camino.

   Y por fin una vez llegado a nuestro destino dejar retozar a los borricos un poco entre la hierba fresca mientras los ocupantes nos encargamos de preparar el carro para el siguiente viaje.

   Y así termina o, mejor dicho, queda en pausa este cuento metáfora y la moraleja que la encuentre cada uno según sea carro, borrico o pasajero... 

lunes, 9 de junio de 2014

una charla con el señor Donhoyo

Es mi pueblo, y como todos los pueblos tiene su encanto.
Es mi calle, una calle de pueblo con sus más y sus menos y tan encantadora como lo somos los vecinos.
Mi calle esta plagada de personajes singulares a los que todos tenemos un gran respeto y cariño, quizá sea yo uno de ellos sin darme cuenta pero como soy quien narra la historia diré que los peculiares son los demás.

Uno de estos personajes tan querido es Donhoyo, para los más allegados "el tío Cachobache" aunque algunos, con algo de sorna le llaman "don socavón", seguramente por su carácter bonachón.

Conocí a Donhoyo al poco de mudarme a este barrio, el primer encuentro fue algo desastroso para mi ya que terminé con un esquince de tobillo, situación que a menudo recordamos juntos con una sonrisa y bromeando sobre el incidente. Esta tarde, sin ir más lejos, estuvimos departiendo un buen rato al fresquito de la suave brisa de levante.

Donoyo- ¡Hombre make! ¿como va todo?

yo-  todo bien Don...Si no entramos en detalles todo va bien.

Donoyo- tu siempre tan gracioso.

Yo- parece que mejora el tiempo, dice la tele que el verano ya está aquí.

Donhoyo- no te fíes de la tele, solo aciertan de Madrid "parriba". De todas formas ya está bien que venga algo de calor que con la humedad de la noche me lleno de agua y ya no está uno pa estos trotes.

Yo- el otro día coincidí con el alcalde en una fiesta y me dijo que te van a cubrir con una capa nueva de asfalto, así sufrirás menos humedades.

Donhoyo- ¿El alcalde? cinco alcaldes he conocido yo y todos me han dicho lo mismo, pero a la hora de la verdad el asfalto siempre se va a calles mas céntricas. Además ¿si me cubren quien va a recoger el agua para que los gorriones se den su baño matinal? ¿acaso van a ponerles a los pajarillos una piscina municipal?

Yo- ya, pero  te haces mayor y necesitas un arreglo ¿no crees?

Donhoyo- ¡no me recuerdes que soy viejo leñe! que aun tengo fuerzas para hacerte otro esquince. 

Yo- no te enfades Don, si solo me alegro por que te cuiden, sabes que te aprecio.

Donhoyo- ya lo se, no creas que no me doy cuenta de como aparcas con cuidado de no pisarme y te lo agradezco ¡no como los jóvenes que vienen sin mirar como si toda la calle fuese suya y me dan cada viaje con las llantas! Escucha, el otro día paso un nene a "to trapo" y casi le reviento la rueda, se me escapó por los pelos.

Yo- no seas borde ¿acaso no fuiste joven y también eras imprudente?

Donhoyo- joven... joven y más gamberro que todos los de ahora juntos pero siempre he respetado a los demás, sobre todo si eran mayores que yo ¿ahora? ahora te pisan y casi tienes que pedir perdón tu.

Tienes mucha razón -pensé y murmuré- y con desganado gesto y un hasta luego seguí con mis quehaceres y dejé a Don jugando con uno de los muchos gatitos callejeros  que pululan por la calle, mi calle de mi pueblo, tan encantadora como los personajes que en ella vivimos.

domingo, 23 de febrero de 2014

Cucusemi XIII

Una puesta en situación.

 Capitulo decimotercero: así era el taller y la vida de Cucusemi en él.


Ya había estado otras veces en el taller de mi padrino pero no fui consciente de sus dimensiones y peculiaridades hasta que fui a vivir allí.

Parecía – y seguro que fue así- la unión de varias casas viejas que daban a tres calles. Una parte se destinaba a vivienda: a un lado tres dormitorios y un salón comedor, a continuación una pequeña cocina con una escalera que subía a otra habitación en la terraza, desde aquí se pasaba por una puerta a un patio donde estaba el baño y al taller en sí; por otra puerta un poco más a la derecha se pasaba a un recibidor que tenia acceso de la calle y que hacia las veces de sala de estar, desde el recibidor se accedía a otro dormitorio que era el que ocupábamos mi primo y yo.

    La parte del taller se correspondía con los patios de las casas que se hallaban cubiertos con una estructura de vigas de hierro y chapas de uralita y dividido en dos secciones, la primera -vista desde la casa- donde se podía meter hasta una furgoneta grande era el lavadero, allí se lavaban los coches a mano, trabajo que solía realizar mi prima o los aprendices que estábamos en el taller.

   La otra sección era el taller de reparaciones y -bien aparcados- se podían meter hasta seis turismos sin mucha complicación, cada zona tenia su propia puerta a la calle y se podía pasar de una a otra conduciendo sin necesidad de ser un virtuoso del volante.

   A continuación otro patio y la parte más divertida del lugar: con rejilla metálica se había montado una jaula enorme, casi del tamaño de uno de los dormitorios, en el centro una fuente de agua y un limonero y  ocupando su propio espacio muchos pájaros: tropicales mandarines, periquitos, canarios, una cacatúa blanca con muy mala leche, una pareja de faisanes, otro par de gallinas cluecas, algunas tórtolas y seguro que olvido alguno.

   Cerrando el solar una cuadra con varias jaulas para conejos y mis favoritos: los ponis Luna y Lucero de los que contaré algo más adelante.

   El taller tenia prácticamente todo lo necesario para cualquier reparación sobre un vehículo: desde el foso para trabajos desde abajo –Padrino contaba con orgullo como lo habían escabado a pico y pala- a herramientas que yo entonces desconocía pero que no tardé en aprender su manejo, desde soldadores eléctricos y autógenos a diferentes ingenios hidráulicos que hacían el trabajo algo más divertido y cómodo.

Ya el primer día Padrino me hizo encargo del uso de una de las herramientas más importantes.

      - Hay dos herramientas que no pueden faltar nunca
        en ningún taller -decía- y son: la escoba y el martillo.

   Como martillos hay muchos y cada uno es para una cosa lo mejor es empezar por la escoba porque, aunque hay varios modelos, todas se manipulan igual.

   Y así comencé mi vida como mecánico mirando, barriendo, limpiando piezas y recogiendo herramientas tras cada trabajo.

En pocos días ya colaboraba en los desmontajes bajo la atenta mirada de mi primo y de Padrino, al principio me decían:

     - quítate este tornillo este otro y aquel de más atrás.

   Y allá iba yo con toda la ilusión probando una llave tras otra hasta que mi ojo se hizo experto en calcular el tamaño justo de cada tuerca. Poco después ya era:

     - quítate esta pieza y aquella.

   En pocos meses ya era todo un buen aprendiz y ya la cosa molaba más:

     - al seiscientos del Pepenicos, empieza a sacarle el motor.

   Así pasaban los días, entre los seat 124 y 1430, los seiscientos, los renault 4 latas, citroen 2 caballos y diane 6 y tantos coches de la época.  

   Padrino se levantaba temprano, antes de las siete, y atendía a los animales. Sobre las ocho la tita Fina nos despertaba a los demás con el desayuno ya preparado: café, leche, galletas, bizcocho, pan... había que coger fuerzas para empezar el día con alegría y la tita era una experta en ello.

   Supervitaminados y supermineralizados a base de bien como decía el superratón empezábamos la jornada. En primer lugar hacer sitio para trabajar sacando a la calle algunos coches, ya que por la noche se guardaban dentro todos los posibles -dicen que el tetris lo invento un ruso pero seguro que se inspiró en la forma de guardar los autos en el taller, no quedaba ni un solo centímetro desaprovechado- seguíamos a continuación cada uno a su tajo y a reparar lo reparable. A media mañana parada para el almuerzo, en plan “señor” a mesa puesta y con viandas para coger fuerzas, lo mismo un filete a la plancha acompañado de embutidos variados que un buen bocadillo de dos palmos bien cargadito por dentro, mis favoritos: el de mejillones con chocolate y el de morcilla de cebolla. De acompañamiento una cerveza o un buen vaso de vino.

   Que buen vino tenia Padrino, lo compraba a granel y lo guardaba en un barril de madera de unas dos arrobas, entre consume y rellena el barrilico crío una madre que dejaba el vino digno de la mejor mesa, que era por supuesto la de la tita Fina.

   Vuelta al trabajo, otra parada para comer, una hora de siesta y seguir el ritmo hasta poco antes de la cena. Después de cenar cada uno a su tarea particular, mis primos a atender a sus respectivos novios, yo a estudiar, Padrino a atender a los animales y aún quedaba tiempo antes de irnos a la cama para ver la televisión o echar unas manos a las cartas entre nosotros y algunos vecinos que venían adrede para la partida, ya fuera al chinchón o al subastao. A duro la mano y peseta el reenganche se hacia la hora de dormir.

   Esta era la rutina desde el lunes por la mañana que tomaba el autobús para ir al taller hasta el sábado a medio día que volvía a casa a pasar el fin de semana.
   Antes de ir a coger el bus Padrino me daba cinco mil pesetas, el bolsillo me ardía hasta llegar a casa y dárselas a mama y yo me sentía más hombre todavía: tengo un oficio y aporto dinero a casa ya solo me falta mejorar para dejar de ser aprendiz y convertirme en un mecánico de verdad.

   Mi vida en el taller pronto se lleno de anécdotas divertidas, unas más que otras, y me enseñó a desenvolverme entre dificultades, raro el día que no hubo que improvisar algún apaño o herramienta para solucionar una reparación.
   
   
   Pero eso queridos lectores, como ya sabéis, corresponde a futuros capítulos.



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sábado, 30 de noviembre de 2013

una tarta para ponerse guarro en el postre

Para quien es goloso, si además es divertido se disfruta el doble.

Vimos algo parecido por internet y enseguida Mari Paz se puso manos a la masa para hacer esta tarta, muy adecuada para un cumpleaños.

base de la tarta

 Se trata de una tarta de galletas y chocolate, lo típico: capas sucesivas y alternadas de galletas mojadas en leche y chocolate fundido hasta conseguir el espesor deseado.
Lo divertido es el acabado final simulando una piscina de cerditos disfrutando en su charca ajenos a las miradas de quienes los van a devorar en un pis-pas.

tarta terminada a falta de los detalles
 Para que parezca un barreño se hace la tarta redonda y se cubre el perímetro con chocolatinas antes que el chocolate se enfríe del todo y se sujetan con una cinta hasta que se enfrían y mantienen su postura. No conviene que el chocolate esté muy caliente al poner las chocolatinas pues se derriten estropeando el resultado final, lo mejor es hacer la tarta y al darle la ultima capa de chocolate estar atento para ponerlas y se queden pegadas.


detalle de la decoración
Para los cerditos se puede usar pasta de repostería  o, como hicimos nosotros, nubes de golosina; se calienta unos segundos en el microondas y queda maleable, se le añade azúcar glass y se moldean, después con pintura comestible o colorantes alimentarios se les dan los retoques necesarios. Se hacen por separado las cabezas, las barrigas, culetes y las manitas.

Ya solo queda dejar las figuras sobre la tarta con un poquito de gracia, presentar en la mesa y comerla con avidez...
resultado final

... que aproveche.

domingo, 10 de noviembre de 2013

tarta de pañales

 Un bonito y practico regalo para ese bebé que ha llegado.

La llegada de un bebé es motivo de alegría para la familia y los amigos, todos deseamos aportar un regalo a este diminuto ser que llenará nuestras vidas. Hay regalos típicos para este evento, yo propongo una forma de regalar lo de siempre pero de forma diferente. Una tarta o castillo hecha con pañales y elementos variados para bebés.




Hacer una tarta de pañales es fácil, no se necesita ninguna habilidad especial, solamente un poco de paciencia y comprar los ingredientes necesarios: unos 60 pañales, algunos frascos de productos de higiene, baberos, chupetes, ropa, biberones... hasta donde llegue nuestro presupuesto.

En primer lugar necesitamos un cartón fuerte para hacer la base que a la vez nos sirve de bandeja para luego poder trasportarla sin problemas, lo forramos con papel de regalo para que quede curioso y ya tenemos el soporte. Sobre este iremos montando los pañales por pisos. Montando en forma de pirámide queda muy espectacular.

Los pañales los vamos uniendo en grupos de dos o tres con una goma elástica y un poco de cinta de regalo para formar los "ladrillos" y vamos formando cada piso de la tarta, cada vez que formamos un piso lo sujetamos con una vuelta de cinta para que no se desmorone.

Entre medias de los ladrillos de pañales podemos ir intercalando productos típicos de la ocasión como colonias, ropitas, peluches, etc, lo que le da más valor al regalo. 


Una bonita tarjeta de felicitación para los padres de la criatura y un envoltorio trasparente con unos lazos y a asombrar a todos con el regalo, espectacular a la vista y practico para quien lo recibe.

Bueno, ya no tenéis escusa para quedar bien y por poco dinero.


jueves, 19 de septiembre de 2013

Si yo fuese presidente

...si yo fuese presidente, pero presidente de verdad del gobierno y tuviese o tuviera la capacidad de hacer la que debe hacer un presidente de gobierno...


"si yo fuese presidente, obligaría a mis diputados a votar una ley que metiera a los corruptos en la cárcel.

Si los corruptos fuesen a las cárceles, estas estarían pronto saturadas.

Si las cárceles estuviesen saturadas, habría que soltar a otros presos para hacer sitio.

Si hubiese que soltar presos, pronto las mafias sobornarían a los jueces para sacar a sus amigos.

Si los jueces se dejaran sobornar, irían a la cárcel por corruptos.

Si los jueces fuesen a la cárcel, no habría quien impusiera la ley.

Si no hubiese quien imponga ley, reinaría la anarquía.

Con la anarquía vendría el caos social.

Contra el caos social tendría que dictar nuevas leyes.

Las nuevas leyes no se podrían aprobar porque la mayoría de políticos estarían en la cárcel provocando inestabilidad de gobierno.

La inestabilidad provocaria revueltas y hasta un golpe de estado.

Un golpe de estado devendría en guerra y miseria.

Si hubiese guerra tendría que irme a otro país para sobrevivir dejando atrás mi casa y muchos amigos."


Así que como me gusta el barrio donde vivo y aprecio mucho a mis amigos, mejor no me meto en política y que sea presidente otro. Me dedicaré a criticar a los que mandan que para eso cobran y a hacerme viejo despacito disfrutando de mi familia y mis amigos.


domingo, 30 de junio de 2013

Cucuseni XII

Cucusemi coge su mochila y se lanza al mundo mundial.


Capitulo décimo segundo:... y final de la infancia.


No recuerdo que día fue, pero si que era lunes. En una pequeña bolsa de deportes llevaba lo necesario para enfrentarme a mi nueva etapa: un par de calzoncillos, otro de camisetas, algunos pañuelos moqueros de tela, un mono de trabajo que me había comprado mi madre y dos tabletas de chocolate.

Lo de las pastillas de chocolate es una historia divertida que debí haber contado antes.

 Resulta que por aquella época una marca de chocolates regalaba con cada tableta una pieza de vajilla, al abrir el envoltorio te ponía el premio, unas veces plato llano, otras taza de café y así poco a poco mamá consiguió un enorme ajuar domestico con toda clase y tamaños de vasos, fuentes, platos, etc.…

En contrapartida casi todos hemos terminado con animadversión hacia los dulces ya que comíamos chocolate en grandes cantidades y sin mesura. Mi favorito era el bocadillo de mejillones de lata con chocolate: una onza dentro de cada mejillón y bien distribuidos sobre el pan sin dejar huecos.

Como estaba diciendo, ese lunes, con lo puesto y mi mochila emprendí camino hacia el taller de mi padrino. En solitario, como un hombre, en el autobús y con el dinero justo para pagar el billete y comprar alguna golosina para el camino.

En aquel momento no pensaba en lo que dejaba atrás, solo tenia ilusión por iniciar mi etapa con afán de independencia.

Quizás debieran pasar imágenes por mi mente, como una película de mi vida pasando a toda velocidad, para marcar el punto de no retorno, pero no fue así.

En la parada de bus esperé pacientemente a que llegara con el acostumbrado retraso el viejo “costa azul” que hacía el trayecto desde Alicante a Cartagena. Subí a él, pague el billete al revisor -25 pesetas creo recordar- y me senté lo más atrás que pude para poder estar cerca de la puerta de salida, como hacíamos la pandilla cuando íbamos a los cines de la ciudad portuaria.

Dije buenos días al resto del pasaje conforme avanzaba buscando asiento, nadie respondió, en el autobús todos van juntos en solitario y pensando en sus cosas, cuando no medio dormidos, y como mucho contestaban con un ligero movimiento de cabeza. No sabias si te respondían o es que tenían un tic nervioso.

Por la ventanilla observé por enésima vez los campos que ya conocía he hice mentalmente el recorrido desde el centro del pueblo donde antes estaba el solar conocido popularmente como la cerca –ahora ayuntamiento – carretera general adelante pasando la curva de la base, a continuación el Miramar y la gasolinera, poco más allá el camping Cartagonova, después la torre del negro y la venta San José, el tramo de carretera bordeado de pinos y campos de labranza y ya se veía la torre de la iglesia de El Algar a cuya espalda estaba la parada de bus donde debía bajarme.

   -¡nene, despierta que esta es tu parada!

Menos mal que me avisó el revisor, si no hubiese llegado hasta el final del recorrido y encima hubiese tenido que pagar la diferencia de precio dejándome el bolsillo aún más exiguo.

La parada estaba en la plaza del pueblo, en realidad no sé porqué le llaman a este paraje la Plaza, el terreno es amplio pero es todo carretera, un intrincado cruce de caminos sin más recorrido peatonal que las estrechas aceras de los edificios. Cada cual puede llamar los espacios de su pueblo como quiera que para eso es suyo y si los vecinos lo llaman plaza que así sea.

Desde aquí al taller una buena caminata de casi dos kilómetros, vista al frente mochila al hombro y andando que es gerundio. Hasta las Lomas, un barrio a las afueras que por entonces tenía tan pocas casas que no sé si se consideraría un verdadero vecindario. Es curioso, casi todos los pueblos de por aquí tienen una barriada en los limites que se llama “las Lomas” no se si por la escasa elevación de terreno o por estar distante del pueblo de turno.

     -buenos días, ya estoy aquí.
     -¡hombre!, no te has perdido…

Abrazos, besos y jolgorio general. Que si ya soy todo un hombrecito, que si estoy muy flaco, que si van a hacer de mí un gran mecánico; lo típico en estos casos suponiendo que no sea yo un caso único.

Entre el viaje, que no duró mas de veinte minutos, la caminata y la recepción se hizo la hora de comer y en esta situación me di cuenta que mi vida había dado un giro transcendental.

En primer lugar porque la hora de comer aquí era algo grandioso en cuanto a la mesa puesta. Yo estaba acostumbrado a comer lo justo y deprisa para poder seguir jugando, en casa de mi padrino se comía en cantidad para coger fuerzas y seguir trabajando, de ello se encargaba mi tía Fina. Oronda señora de origen valenciano que al verme tan flaco, según ella, puso empeño en hacer de mí un hombre, por lo menos en lo que a tamaño y cuerpo se refiere.

 - El plato bien cargado que tienes que crecer y ¡no se te ocurra dejar nada!
 
 Entre los buenos platos de comida y cena, bocadillos para almorzar y merendar, bien grandes y cargados, y algún picoteo entre medias consiguió, en poco tiempo, que necesitase ropa de talla más holgada.

La vida en el taller aumentó mi tamaño corporal y mis ansias por aprender, a “capar se aprende capando”, decía mi padrino y con paciencia infinita soportó mis errores corrigiéndome en lo necesario hasta casi convertirme en un buen mecánico. Tengo muchos y muy  buenos recuerdos de aquellos años que pienso contarles, pero eso sera en el próximo capitulo.





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lunes, 18 de febrero de 2013

corazones de huevo

Hay veces que queremos hacer algo especial en la cocina, algún detalle curioso y original o que motive un plato por cualquier circunstancia.


Esto lo vi en uno de los muchos correos que circulan por la red y me gustó la idea. Para el día de los enamorados lo puse en practica, me quedó así de bonito y como lo bueno y lo elegante hay que compartirlo os explico en pocos pasos como lo hice. Para quien se quiera entretener y sorprender a alguien especial.

resultado final
                                 
Lo primero es fabricarnos un molde para dar forma a los huevos (porque se trata de huevos cocidos). 
Se necesitan dos tiras de cartón fuerte, también vale madera de contrachapado o como en mi caso plástico, la cuestión es que sean lo suficientemente rígidas como para darle forma al huevo y no al revés. No he calculado la medida idónea pero estas son de 5x15 cm y me han ido de maravilla para huevos de talla M.
                                 
  
molde
                                    

 Por higiene se forran con papel de cocina, después se sujetan con cinta adhesiva por uno de sus lados para que parezca un libro.
Ya tenemos el molde, ahora hay que cocer los huevos, como se trata de adornar basta con uno o dos, quien quiera meterse media docena es libre de hacerlo pero despues que no me culpe a mí.


este es el truco

 Con los huevos cocidos y aún calientes, se pelan  y se colocan en el molde y con un palito y unas gomas elásticas se coloca como se ve en la imagen. Yo he usado un palillo de comida china pero vale cualquier otra cosa que este limpia (que estamos con cosas de comer).

Se deja enfriar y obtenemos un huevo un tanto amorfo que cortado en rodajas nos dará los corazones que buscamos.

huevo listo para ser loncheado


 Se tarda más en explicarlo que en hacerlo y puesto sobre otros ingredientes que resalten queda perfecto. 
...ya no tenéis escusa para renunciar a un plato de alta cocina...








sábado, 16 de febrero de 2013

Cucusemi XI

Acontecimientos del final del colegio, otro retroceso en la linea del tiempo

Capitulo decimoprimero: de las cosas y sucesos que cambiarán la historia



Un par de años antes del final del colegio sucedió, los periódicos y la radio lo estaban diciendo. Los niños, ajenos a ello, fuimos al cole como un día cualquiera pero se respiraba un ambiente raro.
No recuerdo haber visto a nadie por el camino, no es que la calle estuviese concurrida normalmente a esas horas pero el pueblo despertaba y era normal ver a los vecinos iniciando el día. Llegamos al centro y formamos la fila como siempre pero no había ningún profesor a la vista.


  - ¿Qué pasa hoy? ¿Será que van a hacer la huelga de la que tanto se oye por los pasillos?

De pronto salió un maestro, “el fotes” –le llamábamos así porque tenia un gran bigote, originales que éramos.

   -niños… Franco ha muerto, id a casa y ya avisaremos cuando
    tenéis que volver.

No fuimos conscientes de la gravedad de la noticia ni de las posibles implicaciones que pudiese traer pero una cosa si teníamos clara: ¡no hay cole! y eso es como unas vacaciones que no por inesperadas hay que dejarlas correr.

A partir de aquel día las cosas fueron cambiando, al principio se notaba el miedo en los mayores, la palabra guerra se susurraba junto a la de huelga, por suerte todo fue bien.

En un par de días vimos por la tele como el Príncipe Juan Carlos era proclamado Rey. Como en el pueblo era bastante conocido por casi todos nos alegramos mucho. Siendo príncipe venia a menudo a la base aérea de San Javier y muchas veces nos llevaban a los niños a darle la bienvenida. Todos en fila en la acera cubriendo el recorrido por donde iba a pasar el coche oficial con banderitas de cartulina hechas en clase con toda la ilusión que podíamos poner en ser protagonistas de aquel evento.

Otras veces se le veía por el pueblo paseando de incógnito con algún compañero de la academia, lo de incógnito es un decir ya que un tío tan alto y famoso en un pueblo de poco más de mil habitantes no pasa desapercibido ni en la oscuridad de la noche, de hecho es raro el negocio que por aquella época estuviese abierto que no tenga una foto del dueño junto a tan noble y simpático personaje.

Aquel año los españoles pasamos página y se notaba en la prensa, en la música y en la actitud de las gentes. No fue un cambio radical pero se respiraban aires de libertad y todos querían llenarse los pulmones de esta fragancia.

Terminado el luto oficial, retomamos las clases y los maestros entre lección y lección nos hablaban de democracia, de elecciones, de sindicatos, de partidos políticos… eso sí, primero comprobaban de reojo que no hubiese nadie tras las ventanas pues una cosa es oler el cambio y otra pillarte los dedos antes de tiempo.

Seguramente no tiene nada que ver pero también a partir de entonces empezaron a verse más maquinas tragaperras y de marcianos en los bares. Antes solo se veían algún futbolín o maquina de millón, si el local era amplio podía tener hasta una mesa de billar de los de carambola que el de agujeros llegó más tarde, para ver maquinas de estas tenias que ir al único salón recreativo que teníamos en el pueblo o irte a pueblos cercanos mas grandes.

Triste vicio, que me atrapó, el de gastar monedas pensando ser mas listo que el que inventó la maquina. Muchas monedas también malgastadas en matar marcianitos virtuales pero es lo que tocaba entonces y de alguna forma me desarrollaba la destreza en los dedos y los reflejos en la vista.

Cuando mi capacidad de ganarme un dinerito estuvo por debajo de la de gastarlo hube de ingeniármelas para hacer las trampas necesarias.

Hacer una ranura en el canto de una moneda para pasarle un hilo y poder recuperarla era fácil pero muchas veces se rompía el hilo y los dueños de las maquinas se dieron cuenta del truco y aumentaron la vigilancia por lo que pronto tuve que cambiar de táctica.
Otra cosa que funcionó bien fue el de rodear las monedas de duro con un alambre de cobre, cambiaba el tamaño y peso y contaba en la maquina como de cinco duros.
 El timo era evidente al abrir la caja de la maquina y llego el momento que estaba tan vigilado que ni con monedas buenas podía jugar a gusto y poco a poco perdí la oportunidad y la ilusión por jugar a las maquinas, a lo mejor esto me salvó de ser un ludópata perdido.

Otra cosa que empezó a ponerse de moda fueron las fiestas del colegio: por fin de curso, por navidad, carnaval, cada vez había más excusas. Cada alumno aportaba algo de comida y bebida, los profes ponían un tocadiscos, algunos vinilos y organizábamos una verbena estudiantil con concursos de baile incluidos. Incluso algún espabilado se hacia con cigarrillos y alguna botella de ginebra. Elementos que en manos de mentes inquietas y adolescentes con ansia de vivir nos proporcionaron la entrada en el mundo de los vicios socialmente aceptados de aquella época.

Así entre búfalos sin boquilla, cubalibres, bailando el bimbó, susurrando canciones de Nino Bravo y expulsando feromonas por todos los poros aprendimos las ultimas lecciones de la educación básica convirtiéndonos en maquinas humanas devoradoras de futuro, fuimos la generación que no conoció la posguerra y empezamos a vivir la libertad antes de que llegara, como decía la canción de los rolling, pese a no entender la letra, no estábamos satisfechos y necesitábamos más.

Recuerdo especialmente aquellos días del final del colegio porque fueron días de “mi primera vez”: la primera vez que fumé, la primera que bebí alcohol en cantidad considerable, mi primer baile “agarrao”, por primera vez una chica me abofeteo por tocarle el culo, la primera que fui a un bar con los amigos y con aire de suficiencia pedimos una “caña de almendras con una tapa de cerveza”, también fue la primera vez que busque un trabajo por mi cuenta.

   - hola, me llamo Cucusemi y quiero trabajar aquí por las tardes y los sábados.

   - vale, habla con Paco el encargao y ponte al tajo.

Se trataba de coger algodón a destajo, a siete pesetas el kilo, sin asegurar, en un campo cercano un poco más allá del antiguo apeadero del tren. En realidad tanto el dueño como el encargado ya me conocían, pues ya había estado allí ayudando a mamá otras veces pero en esta ocasión fui por mi cuenta y riesgo. Un zagal flaco, que no alcanzaba el metro y medio de altura jugando a ser mayor... y allí estaba, con un medio saco atado a la cintura dejándome la piel de las manos recolectando copos de algodón, llevándome broncas del Paco por no seguir el ritmo de los demás y sufriendo lo indecible para mover los sacos grandes que teníamos que llenar.
La cosa consistía en lo siguiente: recoger el algodón maduro en un saquete pequeño que llevaba como si fuese un delantal, este saquete se vaciaba en otro saco mas grande que casi tenia mi altura y  estaba al borde del tajo, cuando este se llenaba había que llevarlo hasta el puesto de pesaje que está cada vez mas lejos según avanzas y vaciarlo en otro aun mayor que era el que se pesaba y se cargaba en el camión. En la recolección trabajaban los niños, las mujeres y los novatos como yo, en el pesado y carga de camiones los hombres y adolescentes con fuerza suficiente.

No parece gran cosa pero este trabajo me dio fuerza en los brazos y ganas de buscar otra cosa menos cargante para mis flacos  huesos.

- Cucusemi –pensé- si no quieres acabar encorvado, pobre y envejecido, antes de tiempo, tienes que espabilar.


Lo malo es que ya me he acostumbrado a no estudiar así que la solución tendrá que venir por buscar un trabajo mas relajado y a ser posible mas estable, que no dependa de una buena temporada de buen clima para poder ganar unos duros.
La primera vez que pensé con un poco de sensatez. Y la primera vez que mis decisiones me marcaron el camino a seguir sin tener que volver la vista atrás ni arrepentirme, para lo bueno y lo malo.

Lo bueno y lo malo de la vida van siempre de la mano y te siguen a todas partes, muy de cerca, puedes coger lo que quieras de ellos pero con una sola condición: lo que tomes es para ti y no se puede devolver.

En estas cabalas andaba, iba siendo hora de dejar atrás muchas cosas; ya no es momento de jugar a vaqueros ni de seguir los pasos de pipi calzarlargas, es el pago de la felicidad, debo dejar atrás mi infancia y el primer paso será en el taller de mi padrino.

Pero esto, como ya dije antes, sera en otro capitulo



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