Marchando hacia el futuro
Capítulo
decimonoveno. El inicio de un nuevo futuro.
Largo viaje el de aquella noche, en
aquel viejo vagón de tren que nos conducía a nuestro futuro
coincidí con muchos de los que han sido mis mejores amigos desde
entonces, pasamos la noche charlando, bromeando y medio durmiendo en
posturas difíciles; intentando memorizar los diferentes pueblos
donde hacia parada hasta llegar a Alcázar de San Juan donde debíamos
cambiar de tren. Llegamos temprano hacia poco que estaba amaneciendo
y se nos presentaba una fría mañana de espera, casi seis horas para
tomar el tren que venia de Madrid con destino Cádiz.
Con tanto tiempo por delante nos
atrevimos a caminar un poco por aquella ciudad pero sin desviarnos de
la calle que daba a la estación para no perdernos. No había mucha
gente por las calles y desayunamos en el primer bar que vimos, poco
mas que un café con leche y un trozo de bizcocho, no recuerdo quien
llevaba una cámara de fotos y nos hicimos algunas junto a unas
estatuas que representaban a don Quijote y Sancho Panza, figuras
típicas de la zona estos personajes de Cervantes.
Casi sin darnos cuenta se hizo el
mediodía así que compramos unos bocadillos y volvimos a la estación
a esperar con ansia el tren. Este llegó, como era normal en la
época, con bastante retraso. Otro tren borreguero pero esta vez más
cargado de viajeros lo que sumaba más incomodidad al trayecto, antes
que cayera la noche ya no sabíamos como ponernos, un rato sentados,
otro de pie en el pasillo y así hasta llegar a San Fernando a
primeras horas de la mañana siguiente cansados y contentos por
llegar.
Al bajar del tren separamos nuestros
caminos por el momento, algunos teníamos familiares que nos
esperaban en la estación y otros se buscaron la vida para pasar el
día ya que hasta mañana no teníamos que presentarnos en el
cuartel.
A mi me esperaban mis tíos y primos
que ademas vivían muy cerca, hacia algunos años que no nos veíamos
y pasé el resto del domingo con ellos; después de un buen rato
entre abrazos, besos, risas y ponernos al día con las cosas de
familia, una reconfortante comida y una buena siesta paseamos por el
barrio para que conociera las calles principales de la Isla del León,
así es como llaman los locales a San Fernando. No parecía un pueblo
muy grande: a un lado de la estación la zona militar con los
cuarteles, al otro un parque con bares y tiendas de efectos militares
en los bajos de los edificios que lo cercaban, al final del parque y
dando un zigzag la calle San Rafael que es la calle que todo el mundo
tiene que conocer al llegar, por sus tiendas y bares. Y
alrededor de todo esto: muchas más calles y barrios que ya vas
conociendo con el tiempo a base de andar por el pueblo.
Al día siguiente me levanté tarde,
sobre las diez y poco, con mi
tío trabajando y mis primos en el colegio pasé la mañana con mi
tita Hermi hasta
la hora de comer y después, acompañado por mi tío Edu nos
dirigimos andando hacia el cuartel.
Centro de Formación de
Especialistas, rezaba un cartel con letras doradas sobre el arco de
entrada, impresionaba visto por primera vez. Un abrazo y un beso al
tito y me dirigí con paso firme hacia el interior con mi bolsa
marrón al hombro y la documentación en la mano.
Casi no me da tiempo ni a decir
buenas tardes, unos marineros
que estaban de guardia tomaron nota de mis documentos y me indicaron
que fuese hacia las brigadas siete
y ocho al fondo a la derecha, no entendía la mitad de la jerga y
mucho menos con el acento típico de los marineros andaluces pero
allá fui mirando hacia todos lados menos adelante descubriendo un
mundo nuevo en aquel enorme patio rodeado de edificios con unos
soportales que daban sombra a las fachadas, unos
números en negro marcaban las brigadas así que fue fácil llegar a
mi destino.
Destino que os seguiré contando en próximos capítulos.