Acontecimientos del final del colegio, otro retroceso en la linea del tiempo
Capitulo decimoprimero: de las cosas y sucesos que cambiarán la historia
Un par de años antes del final del colegio sucedió, los periódicos y la radio lo estaban diciendo. Los niños, ajenos a ello, fuimos al cole como un día cualquiera pero se respiraba un ambiente raro.
No recuerdo haber visto a nadie por el camino, no es que la calle estuviese concurrida normalmente a esas horas pero el pueblo despertaba y era normal ver a los vecinos iniciando el día. Llegamos al centro y formamos la fila como siempre pero no había ningún profesor a la vista.
- ¿Qué pasa hoy? ¿Será que van a hacer la huelga de la que tanto se oye por los pasillos?
De pronto salió un maestro, “el fotes” –le llamábamos así porque tenia un gran bigote, originales que éramos.
-niños… Franco ha muerto, id a casa y ya avisaremos cuando
tenéis que volver.
No fuimos conscientes de la gravedad de la noticia ni de las posibles
implicaciones que pudiese traer pero una cosa si teníamos clara: ¡no hay
cole! y eso es como unas vacaciones que no por inesperadas hay que
dejarlas correr.
A partir de aquel día las cosas fueron cambiando, al principio se notaba
el miedo en los mayores, la palabra guerra se susurraba junto a la de
huelga, por suerte todo fue bien.
En un par de días vimos por la
tele como el Príncipe Juan Carlos era proclamado Rey. Como en el pueblo
era bastante conocido por casi todos nos alegramos mucho. Siendo
príncipe venia a menudo a la base aérea de San Javier y muchas veces nos
llevaban a los niños a darle la bienvenida. Todos en fila en la acera
cubriendo el recorrido por donde iba a pasar el coche oficial con
banderitas de cartulina hechas en clase con toda la ilusión que podíamos
poner en ser protagonistas de aquel evento.
Otras veces se le veía por el pueblo paseando de incógnito con algún
compañero de la academia, lo de incógnito es un decir ya que un tío tan
alto y famoso en un pueblo de poco más de mil habitantes no pasa
desapercibido ni en la oscuridad de la noche, de hecho es raro el
negocio que por aquella época estuviese abierto que no tenga una foto
del dueño junto a tan noble y simpático personaje.
Aquel año los
españoles pasamos página y se notaba en la prensa, en la música y en la
actitud de las gentes. No fue un cambio radical pero se respiraban aires
de libertad y todos querían llenarse los pulmones de esta fragancia.
Terminado
el luto oficial, retomamos las clases y los maestros entre lección y
lección nos hablaban de democracia, de elecciones, de sindicatos, de
partidos políticos… eso sí, primero comprobaban de reojo que no hubiese
nadie tras las ventanas pues una cosa es oler el cambio y otra pillarte
los dedos antes de tiempo.
Seguramente no tiene nada que ver pero
también a partir de entonces empezaron a verse más maquinas tragaperras
y de marcianos en los bares. Antes solo se veían algún futbolín o
maquina de millón, si el local era amplio podía tener hasta una mesa de
billar de los de carambola que el de agujeros llegó más tarde, para ver
maquinas de estas tenias que ir al único salón recreativo que teníamos
en el pueblo o irte a pueblos cercanos mas grandes.
Triste
vicio, que me atrapó, el de gastar monedas pensando ser mas listo que el
que inventó la maquina. Muchas monedas también malgastadas en matar
marcianitos virtuales pero es lo que tocaba entonces y de alguna forma
me desarrollaba la destreza en los dedos y los reflejos en la vista.
Cuando
mi capacidad de ganarme un dinerito estuvo por debajo de la de gastarlo
hube de ingeniármelas para hacer las trampas necesarias.
Hacer una
ranura en el canto de una moneda para pasarle un hilo y poder
recuperarla era fácil pero muchas veces se rompía el hilo y los dueños
de las maquinas se dieron cuenta del truco y aumentaron la vigilancia
por lo que pronto tuve que cambiar de táctica.
Otra cosa que funcionó
bien fue el de rodear las monedas de duro con un alambre de cobre,
cambiaba el tamaño y peso y contaba en la maquina como de cinco duros.
El
timo era evidente al abrir la caja de la maquina y llego el momento que
estaba tan vigilado que ni con monedas buenas podía jugar a gusto y
poco a poco perdí la oportunidad y la ilusión por jugar a las maquinas, a
lo mejor esto me salvó de ser un ludópata perdido.
Otra cosa que
empezó a ponerse de moda fueron las fiestas del colegio: por fin de
curso, por navidad, carnaval, cada vez había más excusas. Cada alumno
aportaba algo de comida y bebida, los profes ponían un tocadiscos,
algunos vinilos y organizábamos una verbena estudiantil con concursos de
baile incluidos. Incluso algún espabilado se hacia con cigarrillos y
alguna botella de ginebra. Elementos que en manos de mentes inquietas y
adolescentes con ansia de vivir nos proporcionaron la entrada en el
mundo de los vicios socialmente aceptados de aquella época.
Así
entre búfalos sin boquilla, cubalibres, bailando el bimbó, susurrando
canciones de Nino Bravo y expulsando feromonas por todos los poros
aprendimos las ultimas lecciones de la educación básica convirtiéndonos
en maquinas humanas devoradoras de futuro, fuimos la generación que no
conoció la posguerra y empezamos a vivir la libertad antes de que
llegara, como decía la canción de los rolling, pese a no entender la
letra, no estábamos satisfechos y necesitábamos más.
Recuerdo
especialmente aquellos días del final del colegio porque fueron días de
“mi primera vez”: la primera vez que fumé, la primera que bebí alcohol
en cantidad considerable, mi primer baile “agarrao”, por primera vez una
chica me abofeteo por tocarle el culo, la primera que fui a un bar con
los amigos y con aire de suficiencia pedimos una “caña de almendras con
una tapa de cerveza”, también fue la primera vez que busque un trabajo
por mi cuenta.
- hola, me llamo Cucusemi y quiero trabajar aquí por las tardes y los sábados.
- vale, habla con Paco el encargao y ponte al tajo.
Se
trataba de coger algodón a destajo, a siete pesetas el kilo, sin
asegurar, en un campo cercano un poco más allá del antiguo apeadero del
tren. En realidad tanto el dueño como el encargado ya me conocían, pues
ya había estado allí ayudando a mamá otras veces pero en esta ocasión
fui por mi cuenta y riesgo. Un zagal flaco, que no alcanzaba el metro y
medio de altura jugando a ser mayor... y allí estaba, con un medio saco
atado a la cintura dejándome la piel de las manos recolectando copos de
algodón, llevándome broncas del Paco por no seguir el ritmo de los demás
y sufriendo lo indecible para mover los sacos grandes que teníamos que
llenar.
La cosa consistía en lo siguiente: recoger el algodón maduro
en un saquete pequeño que llevaba como si fuese un delantal, este
saquete se vaciaba en otro saco mas grande que casi tenia mi altura y
estaba al borde del tajo, cuando este se llenaba había que llevarlo
hasta el puesto de pesaje que está cada vez mas lejos según avanzas y
vaciarlo en otro aun mayor que era el que se pesaba y se cargaba en el
camión. En la recolección trabajaban los niños, las mujeres y los
novatos como yo, en el pesado y carga de camiones los hombres y
adolescentes con fuerza suficiente.
No parece gran cosa pero este
trabajo me dio fuerza en los brazos y ganas de buscar otra cosa menos
cargante para mis flacos huesos.
- Cucusemi –pensé- si no quieres acabar encorvado, pobre y envejecido, antes de tiempo, tienes que espabilar.
Lo
malo es que ya me he acostumbrado a no estudiar así que la solución
tendrá que venir por buscar un trabajo mas relajado y a ser posible mas
estable, que no dependa de una buena temporada de buen clima para poder
ganar unos duros.
La primera vez que pensé con un poco de sensatez. Y
la primera vez que mis decisiones me marcaron el camino a seguir sin
tener que volver la vista atrás ni arrepentirme, para lo bueno y lo
malo.
Lo bueno y lo malo de la vida van siempre de la mano y te
siguen a todas partes, muy de cerca, puedes coger lo que quieras de
ellos pero con una sola condición: lo que tomes es para ti y no se puede
devolver.
En estas cabalas andaba, iba siendo hora de dejar
atrás muchas cosas; ya no es momento de jugar a vaqueros ni de seguir
los pasos de pipi calzarlargas, es el pago de la felicidad, debo dejar
atrás mi infancia y el primer paso será en el taller de mi padrino.
Pero esto, como ya dije antes, sera en otro capitulo
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