sábado, 16 de febrero de 2013

Cucusemi XI

Acontecimientos del final del colegio, otro retroceso en la linea del tiempo

Capitulo decimoprimero: de las cosas y sucesos que cambiarán la historia



Un par de años antes del final del colegio sucedió, los periódicos y la radio lo estaban diciendo. Los niños, ajenos a ello, fuimos al cole como un día cualquiera pero se respiraba un ambiente raro.
No recuerdo haber visto a nadie por el camino, no es que la calle estuviese concurrida normalmente a esas horas pero el pueblo despertaba y era normal ver a los vecinos iniciando el día. Llegamos al centro y formamos la fila como siempre pero no había ningún profesor a la vista.


  - ¿Qué pasa hoy? ¿Será que van a hacer la huelga de la que tanto se oye por los pasillos?

De pronto salió un maestro, “el fotes” –le llamábamos así porque tenia un gran bigote, originales que éramos.

   -niños… Franco ha muerto, id a casa y ya avisaremos cuando
    tenéis que volver.

No fuimos conscientes de la gravedad de la noticia ni de las posibles implicaciones que pudiese traer pero una cosa si teníamos clara: ¡no hay cole! y eso es como unas vacaciones que no por inesperadas hay que dejarlas correr.

A partir de aquel día las cosas fueron cambiando, al principio se notaba el miedo en los mayores, la palabra guerra se susurraba junto a la de huelga, por suerte todo fue bien.

En un par de días vimos por la tele como el Príncipe Juan Carlos era proclamado Rey. Como en el pueblo era bastante conocido por casi todos nos alegramos mucho. Siendo príncipe venia a menudo a la base aérea de San Javier y muchas veces nos llevaban a los niños a darle la bienvenida. Todos en fila en la acera cubriendo el recorrido por donde iba a pasar el coche oficial con banderitas de cartulina hechas en clase con toda la ilusión que podíamos poner en ser protagonistas de aquel evento.

Otras veces se le veía por el pueblo paseando de incógnito con algún compañero de la academia, lo de incógnito es un decir ya que un tío tan alto y famoso en un pueblo de poco más de mil habitantes no pasa desapercibido ni en la oscuridad de la noche, de hecho es raro el negocio que por aquella época estuviese abierto que no tenga una foto del dueño junto a tan noble y simpático personaje.

Aquel año los españoles pasamos página y se notaba en la prensa, en la música y en la actitud de las gentes. No fue un cambio radical pero se respiraban aires de libertad y todos querían llenarse los pulmones de esta fragancia.

Terminado el luto oficial, retomamos las clases y los maestros entre lección y lección nos hablaban de democracia, de elecciones, de sindicatos, de partidos políticos… eso sí, primero comprobaban de reojo que no hubiese nadie tras las ventanas pues una cosa es oler el cambio y otra pillarte los dedos antes de tiempo.

Seguramente no tiene nada que ver pero también a partir de entonces empezaron a verse más maquinas tragaperras y de marcianos en los bares. Antes solo se veían algún futbolín o maquina de millón, si el local era amplio podía tener hasta una mesa de billar de los de carambola que el de agujeros llegó más tarde, para ver maquinas de estas tenias que ir al único salón recreativo que teníamos en el pueblo o irte a pueblos cercanos mas grandes.

Triste vicio, que me atrapó, el de gastar monedas pensando ser mas listo que el que inventó la maquina. Muchas monedas también malgastadas en matar marcianitos virtuales pero es lo que tocaba entonces y de alguna forma me desarrollaba la destreza en los dedos y los reflejos en la vista.

Cuando mi capacidad de ganarme un dinerito estuvo por debajo de la de gastarlo hube de ingeniármelas para hacer las trampas necesarias.

Hacer una ranura en el canto de una moneda para pasarle un hilo y poder recuperarla era fácil pero muchas veces se rompía el hilo y los dueños de las maquinas se dieron cuenta del truco y aumentaron la vigilancia por lo que pronto tuve que cambiar de táctica.
Otra cosa que funcionó bien fue el de rodear las monedas de duro con un alambre de cobre, cambiaba el tamaño y peso y contaba en la maquina como de cinco duros.
 El timo era evidente al abrir la caja de la maquina y llego el momento que estaba tan vigilado que ni con monedas buenas podía jugar a gusto y poco a poco perdí la oportunidad y la ilusión por jugar a las maquinas, a lo mejor esto me salvó de ser un ludópata perdido.

Otra cosa que empezó a ponerse de moda fueron las fiestas del colegio: por fin de curso, por navidad, carnaval, cada vez había más excusas. Cada alumno aportaba algo de comida y bebida, los profes ponían un tocadiscos, algunos vinilos y organizábamos una verbena estudiantil con concursos de baile incluidos. Incluso algún espabilado se hacia con cigarrillos y alguna botella de ginebra. Elementos que en manos de mentes inquietas y adolescentes con ansia de vivir nos proporcionaron la entrada en el mundo de los vicios socialmente aceptados de aquella época.

Así entre búfalos sin boquilla, cubalibres, bailando el bimbó, susurrando canciones de Nino Bravo y expulsando feromonas por todos los poros aprendimos las ultimas lecciones de la educación básica convirtiéndonos en maquinas humanas devoradoras de futuro, fuimos la generación que no conoció la posguerra y empezamos a vivir la libertad antes de que llegara, como decía la canción de los rolling, pese a no entender la letra, no estábamos satisfechos y necesitábamos más.

Recuerdo especialmente aquellos días del final del colegio porque fueron días de “mi primera vez”: la primera vez que fumé, la primera que bebí alcohol en cantidad considerable, mi primer baile “agarrao”, por primera vez una chica me abofeteo por tocarle el culo, la primera que fui a un bar con los amigos y con aire de suficiencia pedimos una “caña de almendras con una tapa de cerveza”, también fue la primera vez que busque un trabajo por mi cuenta.

   - hola, me llamo Cucusemi y quiero trabajar aquí por las tardes y los sábados.

   - vale, habla con Paco el encargao y ponte al tajo.

Se trataba de coger algodón a destajo, a siete pesetas el kilo, sin asegurar, en un campo cercano un poco más allá del antiguo apeadero del tren. En realidad tanto el dueño como el encargado ya me conocían, pues ya había estado allí ayudando a mamá otras veces pero en esta ocasión fui por mi cuenta y riesgo. Un zagal flaco, que no alcanzaba el metro y medio de altura jugando a ser mayor... y allí estaba, con un medio saco atado a la cintura dejándome la piel de las manos recolectando copos de algodón, llevándome broncas del Paco por no seguir el ritmo de los demás y sufriendo lo indecible para mover los sacos grandes que teníamos que llenar.
La cosa consistía en lo siguiente: recoger el algodón maduro en un saquete pequeño que llevaba como si fuese un delantal, este saquete se vaciaba en otro saco mas grande que casi tenia mi altura y  estaba al borde del tajo, cuando este se llenaba había que llevarlo hasta el puesto de pesaje que está cada vez mas lejos según avanzas y vaciarlo en otro aun mayor que era el que se pesaba y se cargaba en el camión. En la recolección trabajaban los niños, las mujeres y los novatos como yo, en el pesado y carga de camiones los hombres y adolescentes con fuerza suficiente.

No parece gran cosa pero este trabajo me dio fuerza en los brazos y ganas de buscar otra cosa menos cargante para mis flacos  huesos.

- Cucusemi –pensé- si no quieres acabar encorvado, pobre y envejecido, antes de tiempo, tienes que espabilar.


Lo malo es que ya me he acostumbrado a no estudiar así que la solución tendrá que venir por buscar un trabajo mas relajado y a ser posible mas estable, que no dependa de una buena temporada de buen clima para poder ganar unos duros.
La primera vez que pensé con un poco de sensatez. Y la primera vez que mis decisiones me marcaron el camino a seguir sin tener que volver la vista atrás ni arrepentirme, para lo bueno y lo malo.

Lo bueno y lo malo de la vida van siempre de la mano y te siguen a todas partes, muy de cerca, puedes coger lo que quieras de ellos pero con una sola condición: lo que tomes es para ti y no se puede devolver.

En estas cabalas andaba, iba siendo hora de dejar atrás muchas cosas; ya no es momento de jugar a vaqueros ni de seguir los pasos de pipi calzarlargas, es el pago de la felicidad, debo dejar atrás mi infancia y el primer paso será en el taller de mi padrino.

Pero esto, como ya dije antes, sera en otro capitulo



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