Continúan las aventuras de nuestro singular personaje
Capitulo quinto: de cómo Cucusemi amplía su horizonte cultural y empieza su vida en sociedad.
Todo parece ir sobre ruedas, mi formación crece con el tiempo y la escuela de los cagones se me queda pequeña.
Este ha sido un verano lleno de emociones. Preparándome para ir al colegio de los mayores casi no me doy cuenta de que los astronautas norteamericanos Armstrong y Aldrin han pisado la luna, claro que mis preocupaciones estaban por otros menesteres y no por los grandes pasos de la humanidad, “vivíamos cantando” la canción de Salomé, buscando “el carro” de Manolo Escobar, intentando traducir el “sugar sugar” de los Archies y el "get back" de los Beatles, se empezaban a ver los primeros SEAT 1430 -auténticos superdeportivos para la época- los afortunados que tenían televisión disfrutaban con las aventuras del Capitán Marte y su flamante XL5 recorriendo las galaxias en su “camino de regreso a casa”.
Muchas cosas pasaban ese año, mas como he dicho son anécdotas que alegraban las tertulias de los adultos pero a mí me ilusionaba más empezar el colegio. Voy a ir al primer curso de primaria y mi familia ya está poniendo todo su esfuerzo en pertrecharme adecuadamente, necesito lápices, sacapuntas, gomas de borrar, libretas y unos cuantos libros de texto –suerte que puedo aprovechar algunos de mis primos. También una cartera en condiciones para transportar todo y además estamos en plena mudanza de casa. Mi padre compró un solar cerca de donde vivía mi abuela y estamos construyendo una vivienda allí, al principio un cercado con una habitación interior que hace las veces de dormitorio, salón y cocina que a base de sucesivas ampliaciones se convertirá en una estupenda casa de una planta con tres dormitorios, garaje, cocina, salón comedor y dos baños y un estupendo patio donde pasé maravillosos momentos de ocio.
Y digo estamos porque en aquella obra hemos puesto todos nuestro sudor, en la medida que nuestro cuerpo y edad nos permitían, eran tiempos de escasez y cada cual ponía lo que podía tanto en la construcción como en conseguir dinero para continuar, trabajando a destajo en los campos y almacenes de melones, recogiendo pimientos y algodón, por suerte no faltaba nunca trabajo en el campo para quien quisiera agachar el lomo por cuatro pesetas. Muchas horas y mal pagadas pero por lo menos cobradas e invertidas en nuestro futuro. Yo, como el pequeño de la casa, estorbaba más que hacia pero también puse mi parte, me acercaba por donde los trabajadores y les quitaba las botellas de cerveza vacías para venderlas en las tiendas cercanas donde me daban unos céntimos por cada casco, no da para mucho pero es un buen comienzo empresarial. Para aumentar beneficios también cogía las botellas que aun no estaban vacías y las derramaba en un rincón, esto no gustaba a algunos y empezaron por ponerlas en sitios cada vez más inaccesibles para mi estatura e ingenio, primero poniéndolas en bolsas colgadas de un clavo del muro, triste solución pues con mi audacia, algún tablón y unos ladrillos improvisaba una rampa con la que acceder a ellas, más triste mi sino pues siempre había quien me pillaba y en vez de botellas me llevé unos tirones de oreja y más de un pescozón. Al final era mucho estrés para mi infantil existencia y decidí dejar mis aventuras empresariales para un futuro.
El futuro empieza con cada día y hay que estar preparado para vivirlo y la preparación consiste como he dicho en otras ocasiones en una buena base teórica y la práctica. La teoría empezaré tomándola en el colegio que los niños llamábamos “el cole de los mayores”.
Vaya diferencia con la escuela de parvulitos, esto ya es un edificio en condiciones, imponente con sus dos plantas, puesto al centro de un patio enorme cercado con una valla de rejilla metálica, sobre elevado del terreno para aislar los suelos de la humedad y su resplandeciente fachada blanca rematada con cercos gris oscuro en las puertas y ventanas. Con letras en negro sobre la entrada principal a pocos centímetros del techo, justo encima del balcón del piso de arriba, su nombre formando un arco: “GRUPO ESCOLAR”. En cada planta había dos aulas, la planta baja para niñas y el primer piso para niños, a la parte femenina se accedía por la escalinata de la fachada principal mientras los varones teníamos otra entrada por un lateral del edificio, por una escalera más sobria y estrecha llegamos a nuestra clase.
Se impartían dos cursos por aula, en la primera los de 1º y 2º mientras en la otra los de 3º y 4º separados en dos filas –entonces lo de la ratio por aula era así- el resto de cursos de primaria se impartía en otro colegio en un pueblo cercano.
El día empieza cantando el himno nacional, clases de seguido hasta el recreo, entonces podemos jugar en el patio mientras comes el bocadillo, más clases hasta la hora de comer que vamos a casa y de vuelta por la tarde un par de horas y para terminar cantamos el “cara al sol”. Los viernes por la tarde bajamos a la planta baja y junto con las niñas rezamos el rosario.
Me gusta pero todo tiene su pega, con tanta variedad no sé cuando el maestro explica algo para mi curso o para el curso paralelo, esto hace que me distraiga y no responda cuando pregunta don Joaquín, que así se llamaba el profe de 1º y 2º. Y como se las gastaba, a la que te pillaba en un renuncio ya te tiraba de las patillas hasta levantarte en peso o en los casos más leves te daba con la regla de madera en la palma de la mano y no la quites ¡que es peor!... De nada servía tener enchufe con él -ya que era primo de mamá –te llevas la tunda por duplicado una en clase y otra en casa.
-Ustedes dos que están hablando, ¡al rincón!-rascón de patilla y de cara a la pared.
A ver ¡si yo no estaba hablando, solo oía lo que decía mi compañero!
Que quiero hacer pipí –decía con la mano en alto. -rascón – ¡te esperas al recreo!.
Si claro, en el recreo. Con lo corto que es voy a perder el tiempo en esto. Por aguantar me lo hago encima –rasca, palma ¡ay! y de cara a la pared.
Pasó el primer curso entre rascones y palmadas pero ya sabía defenderme con las sumas, alguna regla de multiplicar y una caligrafía horrible –más o menos como ahora.
El segundo curso trajo importantes novedades, de entrada le habían cambiado el nombre al cole. Ahora se llamaba “Colegio Nacional Mixto”, rimbombante pero eso implica que los niños y niñas compartimos aula y eso evidentemente era mucho más divertido, la pega… la pega es que también compartimos profesores y, cielos, las doñas hacen que se eche de menos el rascón de patilla y el reglazo te lo dan en la punta de los dedos que pica más.
Mi mente se va nutriendo poco a poco y mi cuerpo ya esta fuerte y ágil para empezar la práctica e incluso para meterme en líos y aventuras...