cada cual que lo adapte a su propio entender
Don ladrillo y Don dinero
o la historia de dos caballeros sin escudero
Ladrillo siempre fue un personaje singular y conservador, amante de su trabajo que convertía su sudor en artículos para el buen vivir, nunca desperdiciaba una buena oportunidad y como ya le habían enseñado sus antepasados sabia nadar y guardar la ropa. Amigo de sus amigos supo sortear los tiempos difíciles y disfrutar las buenas rachas de suerte.
Dinero era de rancio abolengo, su árbol genealógico tenia ramas tan antiguas que se perdían en la historia, incluso se podría decir que su familia era mas antigua que la humanidad misma.
Queridos, admirados y envidiados por todo el mundo, las relaciones entre nuestros protagonistas siempre fueron como deben ser entre pares, interactuaban con caballerosidad y muchas veces se ayudaban, eso sí con todas las reservas que el protocolo exigía y sin dar pie para las habladurías ni chabacanerías porque entre caballeros más valen cumplidos que buenos motivos.
Pero ¡ay! que no hay felicidad completa ni bien que mil años dure y un día un alma dañina se cruzó en el camino de estos imberbes personajes. Un aciago día que ambos recordarían para sus restos con amargura pues les reportó una falsa dicha que pronto desapareció y merecieron el desprecio y animadversión de sus vecinos e incluso de ellos mismos. Ese día se interpuso en sus vidas Doña Comisión de Urbanismo una malvada mujer que bajo su bellísima mirada dulce, escondía los más negros y turbios pensamientos. Doña Comisión pertenecía a una familia proletaria que en el auge del socialismo supo aprovechar las oportunidades que el sistema ofrecía para ascender tanto social como económicamente supliendo con propiedades la nobleza que no tenia en sangre llegando incluso a comprar el Marquesado de el Euro cuando su anterior propietaria Doña Peseta, viuda de Don Duro de España, agonizaba sin herederos.
A Comisión le gustaba la buena vida, sabía obtener lo que deseaba con una sonrisa y no dudaba en ofrecer falsas esperanzas o prometer placeres si con ello sacaba beneficio y a fe de muchos incautos que lo consiguió cada vez que se lo propuso, tan bien supo envolver con su encanto a sus victimas que muchos la llamaban entre susurros “doña Tela la del sobre”.
Aquel día ignominioso, cuando se cruzaron sus caminos, los dos amigos no vieron o mas bien no quisieron ver lo que se les venia encima. Jugaron con su sino embebidos en la sensual belleza de aquella mala pécora, sucumbieron a la frágil pero tentadora sensación de poder y al placer que da suponerse por encima de toda ley, ignoraron sus propios principios y hasta pensaron que eran dioses inmortales. Para sentirse mas poderosos compraron y repartieron cargos públicos a aquellos que mejor bailaban por sus intereses y se rodearon de una corte de aduladores que pronto quisieron probar el mismo manjar.
Pero una ley divina impone que todo lo que empieza debe acabar. El castillo de naipes que les daba felicidad se derrumbó por su propia debilidad, los cortesanos salieron corriendo y salvaron algunos muebles. Algunos salieron beneficiados y otros perdieron mas que tuvieron. Nuestros dos amigos quedaron un tiempo recluidos para poner sus mentes en buena armonía y como dice el dicho popular “nobleza obliga” y seguro que dentro de poco les vemos otra vez pasear por el pueblo con la cabeza y el bolsillo bien altos, en cuanto a doña Tela (que es como todos la llaman ahora sin miedo), doña Tela sigue mostrando sus encantos aunque ya no tenga tantos admiradores pero seguro que no tardara mucho en mostrarse como la gran Marquesa que fue aunque su titulo ya no parece tan glamoroso como antaño.
Jejejeje... sin duda yo tengo un montón de nombres para don ladrillo y don dinero. Además, creo que tienen cantidad de primos y sobrinos, etc... pero bueno, creo que aunque desaparezcan siempre habrá buenos herederos de sus ambiciones. ¿Qué le vamos a hacer? A ver si ellos leen esto y les avergüenza un poquito aunque sea. Un abrazo.
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